Economía de España

Economía de España en España

Aquí se ofrecen, respecto al derecho español, referencias cruzadas, comentarios y análisis sobre Economía de España. [aioseo_breadcrumbs]

Economía de España en Relación a Economía de Finales del Siglo XX

En este contexto, a efectos históricos puede ser de interés lo siguiente: [1] En España, en los años 90, Historia: 1. La Renta Nacional. Económicamente España es un país que se encuentra al final de los desarrollados, o en cabeza de los atrasados. En 1970, su renta per cápita había superado ligeramente los 800 dólares, con un nivel próximo al de Argentina, Venezuela o Irlanda, y claramente superior al de Chile, Grecia, República Sudafricana o Portugal. Finlandia, Holanda o Alemania Occidental duplican la renta española, y mayor aún es la distancia con Bélgica, Francia, Gran Bretaña, países escandinavos, Australia, Nueva Zelanda, y, por supuesto, Estados Unidos y Canadá.
La tasa media de crecimiento de la renta española por habitante para el periodo 1957-67 es de 6,8% anual acumulativo, tasa que en el mundo sólo sobrepasa Japón (8,6%) y a la que se acercan Yugoslavia (6,7%) y la Unión Soviética (5,9%). En el periodo 1940-67, el incremento en renta real per cápita es del 7,2%. En cambio, para el periodo de longitud análoga 1906-35, el incremento había sido del 0,9%. Un factor negativo es la distribución por hogar del Producto Nacional (véase, si se desea, más sobre este último termino en la plataforma general) obtenido. El 6% de los hogares, correspondientes a los de más alta renta, percibe el 24% de la misma; en cambio, el 70% de los hogares, con ingresos anuales de 120.000 pesetas y menores, percibía el 62% de la Renta Nacional (véase, si se desea, más sobre este último termino en la plataforma general) total. Incluso el 46% de los mismos tiene sólo un ingreso de menos de 60.000 pts. anuales.
2. El desarrollo y sus consecuencias. El desequilibrio con respecto a otros países tiene su raíz en la base natural y la política económica aplicada a la misma; el avance tan rápido desde 1940 se debe a un cambio radical de la política económica, que, sin embargo, aún no logra resolver ni el problema de la distribución de lo producido, ni dos crisis importantes que pueden frenar violentamente el proceso de desarrollo: a) la derivada de que hoy se demandan en E. otros bienes y servicios diferentes a los de 1939, fruto del avance económico, acentuándose esta presión forzosamente en los próximos años, si continúa alto el ritmo de desarrollo; b) la producida por un desarrollo autofágico de la economía española. Si ésta precisa cada vez más importaciones netas para mantener el ritmo de crecimiento, forzosamente se originará una progresiva baja en el nivel de divisas extranjeras hasta llegar a una situación en la que, o se enajena el solar hispano al capital extranjero, o se frena el desarrollo, con sus consecuencias por lo que se refiere a la pérdida de las posiciones relativas conquistadas.
Por esta causa conviene señalar, para conocer el comportamiento de la economía nacional española, en primer lugar, la base natural de la misma; en segundo término, la política económica que se aplicó, teniendo en cuenta además, previamente, que E. tiene una población creciente. En 1857, se censaron 15 millones de hab.; en 1900, se pasaba de los 18 millones. Los 20 millones se logran en 1910. En el censo de 1960, se registran más de 30 millones. Observando la estructura por edades, parece mostrarse que este ritmo de incremento va a mantenerse durante mucho tiempo.
Esta marcha de la población comporta tres consecuencias: la primera, un aumento en el factor trabajo, que, por otra parte, se desplaza de las actividades primarias (de un 66% en 1900 se pasa a un 30% en 1968) hacia la industria (un 16% en 1900 que se convierte en un 37% en 1968), y hacia los servicios (del 18% en 1900 al 33% en 1968), y con población activa creciente: en 1900 suponía un 35% del total y a finales de los a. 60, un 38% (véase en la presente referencia sobre España lo siguiente: 11, 3).
La segunda consecuencia es que sobre la población española se proyectan movimientos migratorios de enorme importancia: a) hacia el exterior, siendo ultramar su esencial punto de destino en el periodo 1900-35, y que absorbió más de 3 millones de españoles; en la actualidad, son los países europeos el destino fundamental de la misma, y se calcula que sólo en el periodo 1950-60 el saldo neto en esta dirección superó las 600.000 personas, cifra que ha de completarse con unos 300.000 emigrantes netos hacia ultramar; añádase que se estima residen en E. unos 100.000 extranjeros, la inmensa mayoría norteamericanos y portugueses, atraídos por los salarios españoles más altos; b) hacia las zonas urbano-industriales, y sobre todo hacia Madrid, Barcelona, Vascongadas, y en menor escala, hacia Zaragoza, Valladolid y Alicante. Como consecuencia de esto, ciertas regiones agrarias, como Castilla, se están despoblando a gran velocidad, y en las receptoras es necesario efectuar un gran esfuerzo en capitalización para que los movimientos de población no generen un alto coste social, con la creación de suburbios. Sin embargo, tales inversiones en viviendas, obras de urbanización, escuelas, centros sociales diversos, tienen una escasa rentabilidad a corto plazo, que únicamente podría mejorar una enérgica política sobre el suelo (que no ha existido), al disminuir el coste del capital-terreno. Por ello, la emigración se ha visto acompañada por el aumento del chabolismo, con todas sus derivaciones de tipo social.
La tercera consecuencia del enérgico pulsar de la población española es la de hacer crecer el divisor del Producto Nacional. Como tal crecimiento no se ha visto frenado ni por la emigración al extranjero, ni por las pérdidas de la Guerra civil, del orden de medio millón de muertos, al que debe añadirse una fuerte emigración política, ni por las epidemias, para que el nivel de vida aumente es preciso que el incremento de la Renta Nacional sea mayor que el de la población. Durante el periodo 1935-50, la baja importante en la renta per cápita se debe, en buena medida, al incremento de la población en el mismo lapso de tiempo.
3. Dificultades para el desarrollo. Volviendo, pues, la vista al problema de la base natural de la economía española, la polémica entre los partidarios de los Laudes Hispaniae, curiosamente vinculados tanto a la extrema derecha intelectual (Menéndez y Pelayo) como a la burguesía industrial (Fomento del Trabajo Nac. de Barcelona) y al socialismo español (Tuñón de Lara, Ramos Oliveira) y entre los miembros de la generación del 98 y sus precursores (Lucas Mallada, Huguet del Villar), se ha inclinado a favor de éstos. En resumen, señalaremos que el relieve dificulta los transportes, limita la amplitud del mercado y genera la aparición de rentas monopolísticas con desagradables consecuencias; la altitud media muy alta, 700 m. sobre el nivel del mar, dificulta los cultivos; en su mayor parte, el suelo español también es poco apto para ellos, sometido como está a una fuerte erosión; la situación geográfica del país desconecta la economía española de las rentas de situación del conjunto Europa occidental-zona atlántica de los Estados Unidos; el clima dificulta los cultivos, tanto por lo que se refiere a las precipitaciones, como al soleamiento o a las diferencias térmicas; las precipitaciones torrenciales obligan a una capitalización excesiva para lograr aprovechamientos hidroeléctricos o crear adecuadas zonas de regadío; este fenómeno de la irregularidad de las lluvias, junto con el atormentado relieve, impide emplear los ríos españoles, salvo limitadísimas longitudes, como vías de transporte; las costas ofrecen muy pocos puertos naturales, excepto en Galicia y Algeciras, pero en este último lugar la colonia militar británica de Gibraltar ha dificultado hasta fecha muy reciente que se pueda utilizar en toda su amplitud; el subsuelo español posee escaso petróleo para el ritmo del consumo interno; un carbón caro, salvo alguna variedad de no excesiva importancia, ha perdido los mejores minerales de hierro del Norte y de cobre de Huelva, existiendo ventaja importante únicamente en mercurio, potasas, piritas y, parece que en el Sahara, en fosfatos; finalmente, los grandes bancos pesqueros se encuentran muy alejados de las costas, y en la mayoría de los caladeros más visitados por las flotas españolas carece el país de las ventajas políticas que otros tienen.
4. Breve historia de la política económica española. Sobre esta base natural, y para atender las necesidades de la población que en ella vive, ha existido una política económica que explica, finalmente, la economía española. Para comprenderla es preciso efectuar el análisis de un modo histórico. Mas, para ello, hay que establecer una fecha tope. A nuestro juicio, ésta es la de principios del s. xix. España, en la batalla de Trafalgar (véase, si se desea, más sobre este último termino en la plataforma general), dejó de ser uila de las grandes potencias europeas. Esto se confirma al rendirse San Juan de Ulúa y perderse toda proyección sobre el continente americano. Con las tendencias liberales centradas en el llamado grupo de los doceañistas, nuevas ideas fructifican en la economía española. La burguesía, con las mismas, entra decididamente, a partir de la guerra de la Independencia (véase, si se desea, más sobre este último termino en la plataforma general) en la historia contemporánea española.
El movimiento intelectual de la Ilustración (véase, si se desea, más sobre este último termino en la plataforma general) había ido creando una serie de posturas sobre cómo desarrollar la política económica del país. A partir, sobre todo, de las Cortes de Cádiz (véase, si se desea, más sobre este último termino en la plataforma general), estos programas se convierten en disposiciones concretas. Así se ha estructurado la base material española desde principios del s. xix. Por un lado, se consideraba necesario destruir, en la mayor medida posible, las coerciones que contra la libertad de empresa habían cristalizado en un vasto régimen gremial e intervencionista, bien vivo en el s. XVIII. Los comerciantes industriales, los empresarios en general, van a disponer de un único freno en su lucha por la riqueza: la demanda de los consumidores. Pero no se considera suficientemente premiada la clase burguesa con esta enorme ventaja. E. era un país eminentemente agrícola, y su producción rural estaba controlada por unos pocos poderes, las llamadas manos muertas. La Iglesia, las comunidades de vecinos, gran cantidad de corporaciones públicas, eran los mayores terratenientes del país. Se decide, pensando con eso en el progreso de la agricultura, que es del mayor interés desposeerlos en favor de la clase burguesa. En el reinado de Isabel II dicha clase logra un fabuloso enriquecimiento con la expropiación de las manos muertas, operación denominada desamortización (véase, si se desea, más sobre este último termino en la plataforma general).
La obra se corona con una serie de leyes, las fundamentales: el Código Civil y el Código de comercio, de fuerte raíz liberal y con un sistema fiscal de tipo francés, debido al partido moderado bajo Isabel II (véase, si se desea, más sobre este último termino en la plataforma general), que en buena parte aún pervive. Se consolida toda la estructura económica con el nuevo sistema monetario de 1868 y con el desarrollo de una red de ferrocarriles creada por capitales extranjeros, que a partir de 1848 se va extendiendo, hasta cubrir las líneas férreas, en no muchos años, sobre una longitud casi igual a la de hoy.
Pero el desarrollo así logrado, por las tensiones originadas en el sistema no podía ser armónico, ni mucho menos. Una serie de políticos, sobre todo los progresistas (véase, si se desea, más sobre este último termino en la plataforma general) y después los republicanos, creyeron que la senda liberal debía seguirse consecuentemente hasta el fin, y por ello chocaron con la burguesía. Creyeron que ésta se encontraría apta para luchar con la competencia exterior, que estaría dispuesta a arruinarse si a eso conducía la libre competencia. Estaban equivocados, como vamos a ver.
Cataluña, sobre todo desde tiempos de Carlos III (véase, si se desea, más sobre este último termino en la plataforma general), había ido desarrollándose como un pequeño emporio comercial e industrial, centrado particularmente en la producción textil. A principios del s. xix Gran Bretaña comenzó a expansionarse económicamente de manera prodigiosa. Una de las actividades en que los ingleses lograron un triunfo arrollador fue precisamente en la producción textil. En precios, calidades y cantidad tenían ventaja sobre todos los países. Según la filosofía liberal, E. debería abrir sus fronteras, permitiendo la libre entrada de paños ingleses, aunque, desde luego, ello acarrease la destrucción de la industria textil catalana. Con admirable consecuencia y mínima visión política se pretendió tal cosa con insistencia, culminando con el famoso Arancel Figuerola, de hondo matiz librecambista. La reacción catalana fue inmediata y durísima. La burguesía dejó bien claro establecido que quería la libertad económica sólo en una ocasión: cuando ésta promovía su enriquecimiento. El mundo catalán de los negocios inició así una lucha tenaz con el liberal poder central para transformar esta corriente librecambista en otra proteccionista, es decir, para que los aranceles de aduanas protegiesen a la industria nacional. Vizcaya, Guipúzcoa y Asturias secundaron pronto esta tesis catalana, que triunfó con la llegada al poder de la Restauración, traída a él, fundamentalmente, por un grupo burgués ansioso de paz para la próspera marcha de sus negocios. Con el Arancel de guerra de 1892 el triunfo se consolidó.[rbts name=»economia»]

Recursos

Notas y Referencias

  1. Basado parcialmente en el concepto y descripción sobre economía de españa en la Enciclopedia Rialp (f. autorizada), Editorial Rialp, 1991, Madrid

Véase También

Bibliografía

R. CAMPOS NORDMANN, Estructura agraria de España, 2 ed. Madrid; M. GUTIÉRREZ BARQUÍN, España, en VARIOS, Estudios sobre la unidad económica de Europa, III, Madrid 1953, 201318; R. PERPINÁ GRAU, De Estructura económica y economía hispana, Madrid 1952; R. TAMAMES GóMEZ, Estructura económica de España, 4 ed. Madrid 1969; íD, Introducción a la economía española, Madrid 1967; I. VELARDE FUENTES, Sobre la decadencia económica de España, 2 ed. Madrid 1969; ID (ed.), Lecturas de economía española, Madrid 1969; I. VELARDE FUENTES y R. CAMPos NORDMANN, Lecciones de Estructura e Instituciones económicas de España, 2 ed. Madrid 1969.

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