Monarca

Monarca en España en España

Aquí se ofrecen, respecto al derecho español, referencias cruzadas, comentarios y análisis sobre Monarca. [aioseo_breadcrumbs][rtbs name=»derecho-home»]

Santa Hermandad

Santa Hermandad, política monárquica creada a finales del siglo XV por los Reyes Católicos (Fernando e Isabel) para mantener la ley y el orden en toda España. Ver Hermandad y también ver Santa Hermandad.

Casa Real y Corte en la Legislación Histórica de España

Una aproximación histórico-legislativa sobre Casa Real y Corte en el derecho histórico español:

Corte

Comprende las siguientes categorías en esta disciplina:

Consejos y Juntas

  • Cámara de Indias
  • Consejo de Aragón
  • Consejo de Cruzada
  • Consejo de Hacienda
  • Consejo de Italia
  • Consejo de Órdenes
  • Consejo Real de Castilla
  • Consejos
  • Junta de Minas

Casa Real y Corte en la Legislación Histórica de España

Una aproximación histórico-legislativa sobre Casa Real y Corte en el derecho historico español:

Corte

Comprende las siguientes categorías en esta disciplina:

Consejos y Juntas

  • Consejeros
  • Consejo de Cámara
  • Consejo de Gobierno
  • Consejo de Indias
  • Consejo de la Inquisición
  • Consejo Real
  • Consejo Real de España e Indias
  • Junta de Guerra de Indias

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10 comentarios en «Monarca»

  1. Si se enfoca la personalidad del monarca desde el punto de vista de su enfermedad (que tal vez, con la ayuda de un psiquiatra, Kamen podría haber catalogado con más precisión) se podrá entender mejor el reinado de Felipe V, nuestro primer Borbón. Los documentos que sobre estos vaivenes emocionales nos han llegado son tales que han permitido al autor reconstruirlos con precisión.

    Ahora bien, cuando un autor se enfrenta con la exposición de la biografía de un monarca histórico (obviamente, esto no sería válido para un jefe de Estado constitucional), se enfrenta con una grave dificultad: no es posible separar los datos personales del rey de los avatares de su reinado; dicho de otra manera, se quiera o no, no es posible disociar la vida íntima de la vida pública del soberano, cuando éste no sólo reina sino que gobierna. Es por ello por lo que esta biografía de Felipe V nos habla del Rey, de sus esposas, de sus hijos y, por supuesto, de sus servidores, pero los acontecimientos de su reinado también se presentan en el mismo plano.

    Esto es tanto como decir que el trabajo sabe a poco, por cuanto hubiésemos querido saber mucho más del Rey, pero también de su reinado (debe advertirse que el número total de páginas es engañoso, por cuanto la tipografía utilizada es generosa). Ojalá no me equivoque si afirmo que Henry Kamen ha dado otro paso en la consecución del objetivo final de ofrecernos un voluminoso y definitivo trabajo sobre el reinado de Felipe V. Trabajo no le ha de faltar, pues son muy abundantes las fuentes que se conservan de esta época y también lo son los enfoques que la documentación puede ofrecernos.

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  2. Si se enfoca la personalidad del monarca desde el punto de vista de su enfermedad (que tal vez, con la ayuda de un psiquiatra, Kamen podría haber catalogado con más precisión) se podrá entender mejor el reinado de Felipe V, nuestro primer Borbón. Los documentos que sobre estos vaivenes emocionales nos han llegado son tales que han permitido al autor reconstruirlos con precisión.

    Ahora bien, cuando un autor se enfrenta con la exposición de la biografía de un monarca histórico (obviamente, esto no sería válido para un jefe de Estado constitucional), se enfrenta con una grave dificultad: no es posible separar los datos personales del rey de los avatares de su reinado; dicho de otra manera, se quiera o no, no es posible disociar la vida íntima de la vida pública del soberano, cuando éste no sólo reina sino que gobierna. Es por ello por lo que esta biografía de Felipe V nos habla del Rey, de sus esposas, de sus hijos y, por supuesto, de sus servidores, pero los acontecimientos de su reinado también se presentan en el mismo plano.

    Esto es tanto como decir que el trabajo sabe a poco, por cuanto hubiésemos querido saber mucho más del Rey, pero también de su reinado (debe advertirse que el número total de páginas es engañoso, por cuanto la tipografía utilizada es generosa). Ojalá no me equivoque si afirmo que Henry Kamen ha dado otro paso en la consecución del objetivo final de ofrecernos un voluminoso y definitivo trabajo sobre el reinado de Felipe V. Trabajo no le ha de faltar, pues son muy abundantes las fuentes que se conservan de esta época y también lo son los enfoques que la documentación puede ofrecernos.

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  3. Desde luego, el siglo XVIII y, más concretamente, sus inicios eran bien conocidos por este estudioso desde que hace algunos años nos regaló su trabajo sobre la Guerra de Sucesión española. Era, por tanto, un ventajoso punto de partida para darnos hoy a conocer una biografía del monarca que, a la postre, saldría vencedor en dicha contienda.

    Felipe V era, hasta cierto punto, un rey maltratado por la historiografía: presentado como un pelele de sus esposas, especialmente, de Isabel de Farnesio, o bien de los embajadores de su abuelo, el gran rey Luis de Francia; obsesionado por la música de Farinelli, incapaz de llevar una vida normal o preso de sus compulsivas pasiones. Pues bien, romper con esas imágenes, un tanto trivializadas, ha sido el objetivo, más o menos confesado del autor inglés. Para ello, se parte de una premisa, a la que no es ajena una cierta admiración por el personaje estudiado; ese presupuesto no es otro que la patología del monarca: una persona de carácter inconsistente y cambiante, producto de una enfermedad mental, que le lleva de encabezar valerosamente su ejército en momentos de euforia a meterse en su alcoba para no salir de la misma ni asearse durante meses, para desesperación de todo el mundo.

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  4. Desde luego, el siglo XVIII y, más concretamente, sus inicios eran bien conocidos por este estudioso desde que hace algunos años nos regaló su trabajo sobre la Guerra de Sucesión española. Era, por tanto, un ventajoso punto de partida para darnos hoy a conocer una biografía del monarca que, a la postre, saldría vencedor en dicha contienda.

    Felipe V era, hasta cierto punto, un rey maltratado por la historiografía: presentado como un pelele de sus esposas, especialmente, de Isabel de Farnesio, o bien de los embajadores de su abuelo, el gran rey Luis de Francia; obsesionado por la música de Farinelli, incapaz de llevar una vida normal o preso de sus compulsivas pasiones. Pues bien, romper con esas imágenes, un tanto trivializadas, ha sido el objetivo, más o menos confesado del autor inglés. Para ello, se parte de una premisa, a la que no es ajena una cierta admiración por el personaje estudiado; ese presupuesto no es otro que la patología del monarca: una persona de carácter inconsistente y cambiante, producto de una enfermedad mental, que le lleva de encabezar valerosamente su ejército en momentos de euforia a meterse en su alcoba para no salir de la misma ni asearse durante meses, para desesperación de todo el mundo.

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  5. Se ha celebrado profusamente hace ya varias décadas el cuarto centenario del fallecimiento del Rey Felipe II, se han llevado a cabo infinidad de actos, exposiciones y publicación de libros que, por regla general, han tenido una gran aceptación entre los especialistas y, lo que es más esperanzador, entre el público en general, lo que demuestra, una vez más, el poder de la publicidad para hacer que la gente se interese por temas que van más allá de los partidos de fútbol o de las andanzas de los personajes de las revistas del corazón. En el ámbito bibliográfico han sido no pocos los trabajos aparecidos, sin contar con los respectivos catálogos de las exposiciones realizadas, unos escritos más o menos apresuradamente para la ocasión y otros, por fortuna, más sesudamente gestados y redactados.

    Entre los que podríamos incluir en este último apartado resalta con brillo propio la obra que a continuación intentaré comentar. Entre todos los estudiosos que durante los fastos del centenario fueron convocados para hablar y escribir de la figura de Felipe II se ha producido una clamorosa ausencia, a todas luces injustificada. Tal vez por ello, al estar lejos de los circuitos oficiales, ha sido posible contar con esta magnífica obra, que no necesita más elogio que el goce de leerla y empaparse, con pleno conocimiento de causa, de medio siglo de vida de nuestro país, magistralmente descrito por el profesor desde el conocimiento atesorado durante casi sesenta años de investigación sobre la Edad Moderna, en general, y sobre el siglo XVI, en particular. El no haber estado entretenido en los ámbitos oficiales probablemente le ha permitido concebir un trabajo que ha alcanzado, a cambio, un reconocimiento general, con ventas que sobrepasan con mucho lo que cabría esperar en un libro de esta naturaleza; a la altura de abril de 1999 ya lleva vendidas nueve ediciones y el fenómeno continúa. Sobran los comentarios al respecto.

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  6. Se ha celebrado profusamente hace ya varias décadas el cuarto centenario del fallecimiento del Rey Felipe II, se han llevado a cabo infinidad de actos, exposiciones y publicación de libros que, por regla general, han tenido una gran aceptación entre los especialistas y, lo que es más esperanzador, entre el público en general, lo que demuestra, una vez más, el poder de la publicidad para hacer que la gente se interese por temas que van más allá de los partidos de fútbol o de las andanzas de los personajes de las revistas del corazón. En el ámbito bibliográfico han sido no pocos los trabajos aparecidos, sin contar con los respectivos catálogos de las exposiciones realizadas, unos escritos más o menos apresuradamente para la ocasión y otros, por fortuna, más sesudamente gestados y redactados.

    Entre los que podríamos incluir en este último apartado resalta con brillo propio la obra que a continuación intentaré comentar. Entre todos los estudiosos que durante los fastos del centenario fueron convocados para hablar y escribir de la figura de Felipe II se ha producido una clamorosa ausencia, a todas luces injustificada. Tal vez por ello, al estar lejos de los circuitos oficiales, ha sido posible contar con esta magnífica obra, que no necesita más elogio que el goce de leerla y empaparse, con pleno conocimiento de causa, de medio siglo de vida de nuestro país, magistralmente descrito por el profesor desde el conocimiento atesorado durante casi sesenta años de investigación sobre la Edad Moderna, en general, y sobre el siglo XVI, en particular. El no haber estado entretenido en los ámbitos oficiales probablemente le ha permitido concebir un trabajo que ha alcanzado, a cambio, un reconocimiento general, con ventas que sobrepasan con mucho lo que cabría esperar en un libro de esta naturaleza; a la altura de abril de 1999 ya lleva vendidas nueve ediciones y el fenómeno continúa. Sobran los comentarios al respecto.

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  7. Comienza el autor por ofrecernos una pintura del mundo en el momento del nacimiento del soberano Felipe II (1527), como punto de partida de una vida condicionada, como todas, por los acontecimientos y circunstancias heredadas; tras esa vigorosa primera descripción, nos ofrece una visión general sobre la historiografía de Felipe II. Son páginas que demuestran, por una parte, un conocimiento exhaustivo de la bibliografía existente sobre el personaje historiado y su época, y, por otra, la ingente aportación llevada a cabo por el autor en este campo. Resultan particularmente certeras las palabras dedicadas a comentar las últimas aportaciones de los hispanistas que se han ocupado de Felipe II con ocasión de este centenario. Es de resaltar, concretamente, el juicio que le merecen las posturas de algunos de los mismos cuando afirma que los historiadores extranjeros, que en el pasado se dedicaron a construir la leyenda negra contra el monarca, se hayan «convertido más de una vez en los actuales acérrimos defensores de la obra del discutido monarca, hasta tal punto que no sería capaz de realizar un español, si es que no quería que se le acusase de estar componiendo una leyenda rosa, con la que desplazar la antigua leyenda negra» (página 35).

    En la primera parte, como decíamos, dedicada a la época, compone Fernández Alvarez un conjunto de piezas sueltas en las que refleja cómo eran España y los españoles en la segunda mitad del siglo XVI, sin olvidarse para ello de la situación en el reinado de Carlos I, del que tan partícipe había sido el monarca filipino. Vemos desfilar por estas páginas la estructura política del Estado, con sus instrumentos de acción (ejército, diplomacia, hacienda, política de gastos), el Reino como ente político y como geografía, el penoso empeorar de la situación económica, frente a los gastos descontrolados de la Monarquía, más atenta a sus intereses dinásticos e imperiales que a los de sus súbditos; así mismo, se describe la estructura social del país de la picaresca, la vida cotidiana y las inquietudes culturales de una época apasionante, pasando de un cierto erasmismo inicial al espíritu intransigente insuflado en el Concilio de Trento. Se trata, pues, de una estructura socio-económica y política que permite iniciar la exposición de la segunda parte, centrada en el devenir de los acontecimientos.

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  8. Comienza el autor por ofrecernos una pintura del mundo en el momento del nacimiento del soberano Felipe II (1527), como punto de partida de una vida condicionada, como todas, por los acontecimientos y circunstancias heredadas; tras esa vigorosa primera descripción, nos ofrece una visión general sobre la historiografía de Felipe II. Son páginas que demuestran, por una parte, un conocimiento exhaustivo de la bibliografía existente sobre el personaje historiado y su época, y, por otra, la ingente aportación llevada a cabo por el autor en este campo. Resultan particularmente certeras las palabras dedicadas a comentar las últimas aportaciones de los hispanistas que se han ocupado de Felipe II con ocasión de este centenario. Es de resaltar, concretamente, el juicio que le merecen las posturas de algunos de los mismos cuando afirma que los historiadores extranjeros, que en el pasado se dedicaron a construir la leyenda negra contra el monarca, se hayan «convertido más de una vez en los actuales acérrimos defensores de la obra del discutido monarca, hasta tal punto que no sería capaz de realizar un español, si es que no quería que se le acusase de estar componiendo una leyenda rosa, con la que desplazar la antigua leyenda negra» (página 35).

    En la primera parte, como decíamos, dedicada a la época, compone Fernández Alvarez un conjunto de piezas sueltas en las que refleja cómo eran España y los españoles en la segunda mitad del siglo XVI, sin olvidarse para ello de la situación en el reinado de Carlos I, del que tan partícipe había sido el monarca filipino. Vemos desfilar por estas páginas la estructura política del Estado, con sus instrumentos de acción (ejército, diplomacia, hacienda, política de gastos), el Reino como ente político y como geografía, el penoso empeorar de la situación económica, frente a los gastos descontrolados de la Monarquía, más atenta a sus intereses dinásticos e imperiales que a los de sus súbditos; así mismo, se describe la estructura social del país de la picaresca, la vida cotidiana y las inquietudes culturales de una época apasionante, pasando de un cierto erasmismo inicial al espíritu intransigente insuflado en el Concilio de Trento. Se trata, pues, de una estructura socio-económica y política que permite iniciar la exposición de la segunda parte, centrada en el devenir de los acontecimientos.

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  9. ¿Cómo era Felipe II? Desde luego, el profesor Fernández Alvarez está muy lejos de los prejuicios emanados tanto de la leyenda negra como de la leyenda rosa, aunque sólo sea porque los seres humanos encierran muchos más matices que los que permiten atisbar los juicios apriorísticos e interesados. Cinco caracteres señala el autor en la personalidad del monarca: acendrado sentido de su responsabilidad como gobernante; valoración de la dignidad de sus funciones; defensa del patrimonio recibido; recta administración de justicia, hasta llegar al rigor implacable, y extrema religiosidad (página 780). Se trata, pues, de un hombre, por un lado, amante de la naturaleza, pero, por otro, autoritario. no muy culto, obsesionado con la religión, afectuoso con los suyos y reservado con los demás (página 891). Su convencido providencialismo hará que política y religión vayan hermanadas, aunque no fueran necesariamente unidas, también, su devoción con la bondad (página 910).

    Se trata, pues, de un libro de lectura inevitable para el que quiera opinar con conocimiento de causa sobre la persona y la época de Felipe II; si con esta breve descripción he animado al posible lector a emprender el viaje por esas casi mil páginas mi labor habrá conseguido el fin que me había propuesto.

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  10. ¿Cómo era Felipe II? Desde luego, el profesor Fernández Alvarez está muy lejos de los prejuicios emanados tanto de la leyenda negra como de la leyenda rosa, aunque sólo sea porque los seres humanos encierran muchos más matices que los que permiten atisbar los juicios apriorísticos e interesados. Cinco caracteres señala el autor en la personalidad del monarca: acendrado sentido de su responsabilidad como gobernante; valoración de la dignidad de sus funciones; defensa del patrimonio recibido; recta administración de justicia, hasta llegar al rigor implacable, y extrema religiosidad (página 780). Se trata, pues, de un hombre, por un lado, amante de la naturaleza, pero, por otro, autoritario. no muy culto, obsesionado con la religión, afectuoso con los suyos y reservado con los demás (página 891). Su convencido providencialismo hará que política y religión vayan hermanadas, aunque no fueran necesariamente unidas, también, su devoción con la bondad (página 910).

    Se trata, pues, de un libro de lectura inevitable para el que quiera opinar con conocimiento de causa sobre la persona y la época de Felipe II; si con esta breve descripción he animado al posible lector a emprender el viaje por esas casi mil páginas mi labor habrá conseguido el fin que me había propuesto.

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