Movimiento Nacional

Movimiento Nacional en España

Movimiento Nacional Español en Relación a Política

En este contexto, a efectos históricos puede ser de interés lo siguiente: [1] (Nota: esto es una continuación del texto sobre movimiento nacional español que se haya en otra parte de esta referencia online sobre España).La Guerra mundial, que sobrevino en septiembre, iba a incrementar los problemas españoles. La falta de créditos, la dificultad para importar productos alimenticios y materias primas de los países beligerantes o de ultramar -en este último caso con la autorización de los anglosajones y en cantidad insuficiente- condenaban a España a la escasez. El impulso hacia una «España grande y libre», que había animado a los combatientes de la guerra, se debilitaba entre los menesteres sin grandeza de las tarjetas de racionamiento y del estraperlo. Ciertamente, el Gobierno desarrollaba una activa política social inspirada por el Fuero del Trabajo, redactado en 1938, a través de los sindicatos únicos (subsidio familiar, ley del descanso dominical, decreto sobre las vacaciones pagadas, construcción de viviendas de rentas módicas), pero la crisis alimenticia, como en toda Europa en aquella misma época, agudizaba las desigualdades sociales. La producción no aumentaba lo suficiente. El Estado creó entonces (25 sept. 1941), un organismo destinado a paliar el estancamiento de la industria privada, el Instituto Nacional de Industria, y, a fin de estimular la agricultura, acometió una política de colonización. Sin embargo, nada de ello podía producir frutos inmediatos.
El retorno a la prosperidad dependía del rápido desenlace de la guerra. Desgraciadamente, ésta se extendía. Franco consiguió soslayar la entrada de España en una guerra para la que no estaba preparada, sin romper con sus asociados en el pacto antikomintern, entonces todopoderosos en Europa, ni tampoco con las potencias marítimas. Posteriormente, la entrada en guerra de los Estados Unidos y los fracasos alemanes en Rusia y África le determinaron a pasar de la «no beligerancia» a la neutralidad.
Este lento viraje se acompañó en lo interno con la creación de las Cortes representativas (formadas por miembros designados por el jefe del Estado o que representaban a los municipios, a los sindicatos y a las corporaciones), lo cual restaba importancia al Consejo Nacional de Falange, y con medidas de clemencia, paulatinamente más amplias, en favor de los «rojos» condenados. Ello no se producía sin avivar las discusiones entre los españoles, incluso en el seno del M. En 1942, Franco apartó del poder a Serrano Suñer, a quien sustituyó personalmente al frente de la Junta Política deFalange, y nombró sucesor suyo en Asuntos Exteriores, al general Gómez Jordana. No obstante, el Caudillo puntualizó que no abandonaba el nacionalsindicalismo (véase, si se desea, más sobre este último termino en la plataforma general) ni su anticomunismo doctrinal. Jefe del Ejército y del M., conservaba entre sus manos los instrumentos que le permitieron resistir sin grandes esfuerzos al intento de invasión de España por los republicanos procedentes del maquis francés (septiembre de 1944) y a todos sus adversarios exteriores.
Institucionalización del régimen. La derrota de los fascismos europeos creaba una nueva situación en Europa. Franco había declarado que España colaboraría con los vencedores para edificar el nuevo equilibrio mundial. Atacado por los soviets, sus satélites y los exiliados, debía simultáneamente tranquilizar a los anglosajones. Por eso modificó parcialmente el régimen y el M. Los signos externos de 1936 fueron abolidos, disueltas las milicias falangistas y el cargo de secretario-ministro quedó vacante durante mucho tiempo; no se habló más de nuevas colonias, aunque se continuó la reivindicación sobre Gibraltar. Sin embargo, Franco conservó la estructura unitaria del M. Mantuvo en el Gobierno, junto a militares, monárquicos y católicos militantes, a ministros falangistas, pero la actividad de éstos se redujo a ciertos sectores (Trabajo, Vivienda). Algunos puntos de la doctrina de José Antonio, tales como la reforma agraria, se aplazaron.
Abandonando toda apariencia totalitaria, España, de la que se había desterrado el régimen de partidos, se convertía en una «democracia orgánica», síntesis de la monarquía autoritaria y católica tradicional y de las estructuras del M. Dos textos expusieron tales principios: el Fuero de los Españoles (17 jul. 1945) y la Ley de Sucesión a la jefatura del Estado (26 jul. 1947). El primero constituía una declaración muy general de los derechos del individuo. El segundo tenía una importancia práctica: confería el poder vitalicio al general Franco, estipulando que, después de él, el poder correspondería a un rey escogido entre alguna de las dinastías que reinaron en España, de 30 años por lo menos, católica, que aceptara las Leyes Fundamentales y que el Caudillo o, a defecto de éste, el Consejo del Reino y el Gobierno, propusieran a las Cortes, que tenía la facultad de rechazar a ese candidato y de nombrar un regente. Sometida esa Ley a referéndum popular del 6 jul. 1947, fue aprobada por una enorme mayoría. Tales fueron las nuevas bases sobre las que había de continuar el régimen surgido de la victoria nacional (véase en la presente referencia sobre España lo siguiente: ESPAÑA IV).
Superada la crisis, Franco pudo afrontar con más posibilidades la recuperación económica del país. Aunque la presión exterior que había contribuido a estrechar la unidad española disminuyera después del referéndum, en razón de la escisión del campo aliado y de la guerra fría, quedaban entre los vencedores de la contienda mundial recelos hacia España. No recibió los créditos del Plan Marshall que contribuyeron al resurgimiento de las democracias occidentales europeas. Su economía se resintió por ello, ya que la falta de divisas condenaba a importar con cuentagotas las máquinas y materias primas. Con sus solos recursos, España se industrializó, multiplicó los embalses, construyó nuevas fábricas y colonizó regiones desheredadas. A partir de los acuerdos hispano-americanos de 1953 y del desarrollo del turismo, que proporcionaba divisas, la situación mejoró. El comercio exterior recobró su nivel de antes de 1936; luego lo rebasó con un ritmo cada vez más rápido. Gracias a un progresivo aumento de los salarios, el nivel de vida se elevó a su vez.
La liberalización. España, que había ingresado en la ONU (1955) y en organismos internacionales, ya no necesitaba vivir replegada. La autarquía no se prestaba a la expansión económica que, como en todo Occidente, pasaba al primer plano de los objetivos de la nación. Por tanto, Franco inició una nueva fase de su régimen, llamando al gobierno a técnicos de la economía, partidarios de una mayor libertad comercial y de inversiones extranjeras en la industria española (1957), extremo éste que, en su primera fase, había evitado el régimen.
Merced a esa política, la expansión económica se desarrolló con tal pujanza que España tuvo una de las mayores tasas de crecimiento industrial del mundo. Pero el exceso de la demanda, factor de inflación, y el déficit de las balanzas comercial y pagos, forzaron a proceder a una estabilización en 1959 y a una devaluación de la peseta en 1967. Entre ambas fechas España emprendió, en 1964, el 1 Plan de Desarrollo económico y social (véase, si se desea, más sobre este último termino en la plataforma general) que señalaba a la economía española un crecimiento anual del 6% en un cuatrienio. Este primer plan se continúa con un segundo, también cuatrienal, con punto de partida en 1969. No obstante, el rápido crecimiento de la renta nacional y de la renta per cápita (900 dólares en 1971) han situado a España en el umbral de los países desarrollados.
Este rápido enriquecimiento no ha dejado de modificar con idéntico empuje la sociedad española. Una avalancha de jornaleros y de campesinos se ha trasladado a las ciudades industriales de España y de Europa, provocando una crisis de adaptación de la agricultura. El gran capital ha crecido, la burguesía se ha extendido, el proletariado urbano, liberado de la ley de bronce, constituye una fuerza más poderosa que antaño. Las formas de vida cambian, las nuevas generaciones se alejan de la austeridad tradicional y aspiran a gozar de la vida. Bajo la influencia del bienestar y de las ideas foráneas, ciertas capas de la población -singularmente la juventud universitaria- reclamaban más libertades, proponiendo unos el retorno al juego de los partidos, y otros liberalización y reformas de las estructuras económicas.
Franco, tomando en cuenta esta evolución de las ideas y el aumento del nivel económico de los españoles, procedió a una liberalización por etapas. Trató de adaptar su régimen a la nueva sociedad, sin exponer la nación a recaer en el régimen de partidos y en las convulsiones que marcaron su historia desde 1812 hasta 1939. Los principios de la política del M. expuestos en la Ley del 17 mayo 1958 siguieron siendo semejantes a los puntos de José Antonio. La familia, el municipio y el sindicato eran las células de la vida nacional y las bases de la representación del pueblo. Pero la rigidez de etapas anteriores fue suavizada. La supresión de la censura previa de prensa, la ley sobre la tolerancia religiosa, el aumento en las Cortes del número de procuradores elegidos por los cabezas de familia, la transformación del Consejo Nacional en una especie de Senado conservador de la Constitución, la elaboración de una nueva ley sindical y la creación del cargo de presidente del Consejo, reformas todas que contenía la Ley orgánica del Estado Español, de 1966, indican cómo Franco concebía el Estado monárquico que quería legar a sus sucesores (Ley orgánica del Estado, de 22 nov. 1966). Tales reformas fueron aprobadas con motivo del referéndum de 14 dic. 1966 por 18.643.161 votos en favor y 372.692 en contra.
V. t.: FRANCO BAHAMONDE, FRANCISCO; GUERRA CIVIL ESPAÑOLA; FALANGE ESPAÑOLA; ESPAÑA VII, 10.[rbts name=»politica»]

Recursos

Notas y Referencias

  1. Basado parcialmente en el concepto y descripción sobre movimiento nacional español en la Enciclopedia Rialp (f. autorizada), Editorial Rialp, 1991, Madrid

Véase También

Bibliografía

V. la de FRANCO BAHAMONDE, FRANCISCO; J. A. PRIMO DE RIVERA, Obras completas, Madrid 1952; F. XIMÉNEZ DE SANDOVAL, José Antonio, 2 ed. Madrid 1949; J. M. IRIBARREN, El general Mola, Madrid 1945; A. KINDELÁN Y DUANY, Mis cuadernos de guerra, Madrid 1945; L. ROMERO, Tres días de julio, Barcelona 1967; M. GARCÍA VENERO, Falange en la guerra de España: la unificación y Hedilla, París 1967; J. A. SANCHo DÁVILA, Salamanca y otras cosas, Madrid 1967; R. SCUTHwoRK HERBERT, Antifalange: estudio critico de Falange en la guerra de España de Maximiano García Venero, París 1967; íD, El mito de la Cruzada de Franco, París 1964; INST. DE ESTUDIOS POLÍTICOS, El nuevo Estado español, Madrid 1963.

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