Banco de San Carlos

Banco de San Carlos en España en España

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Banco de San Carlos: Antecedentes Histórico-Legislativos

Está disponible toda la legislación promulgada en España, en su texto original, en la recopilación legislativa histórica de la plataforma sobre leyes españolas.

Contaduría y Tesorería en la Legislación Histórica de España

Para una aproximación histórica, y en relación con Oficinas y Recaudación en la legislación histórica, véase también las entradas publicadas sobre Contaduría y Tesorería en esta enciclopedia jurídica española.

Contexto histórico de Banco de San Carlos

Véase información, asimismo, sobre la evolución de la legislación y las iniciativas regulatorias que han afectado a Banco de San Carlos a lo largo de la historia española.

Banco de San Carlos (Historia)

Banco de San Carlos, entidad bancaria española creada por Carlos III el 2 de julio de 1782. Sus funciones básicas consistían en: convertir los vales reales y descontar efectos al 4%; contratar el suministro militar con una comisión del 10%, y pagar la deuda exterior, con un beneficio del 1%. Se pretendía que el capital fuera suscrito por particulares, pero los inversores se mostraron reacios. Por ello, se obligó a comprar acciones a funcionarios e instituciones diversas. En 1782 se celebró la primera junta, que nombró director a Francisco Cabarrús. Fueron emitidos billetes y se intentó atraer depósitos. El Banco realizó diversas inversiones y en 1793 abrió una oficina en París. En 1790, ante diversas irregularidades, Cabarrús fue encarcelado hasta su rehabilitación en 1796. Durante la guerra de la Independencia, Cabarrús permaneció fiel a José I, mientras que otros gestores se trasladaron a Cádiz. Reunificada la directiva en 1814, el Banco alargó su existencia, cargado de deudas, hasta 1829. El capital restante tras saldarlas se destinó al nuevo Banco de San Fernando.[1]

Consideraciones sobre la Historia Bancaria en la Literatura

La revista «Libros de Economía y Empresa» realizó la siguiente reseña del libro «BBVA, 1857-2007. 150 años, 150 bancos» y del libro «1857-2007, Banco Santander: 150 años de historia», conjuntamente:

«La ley de bancos de 1856 fue el origen de la banca moderna en España. Al llegar al poder, los liberales que triunfaron en la Vicalvarada (1854) entendieron que era urgente dotar a España de un sistema bancario. Hasta entonces, sólo habían existido un banco al servicio de la Hacienda y otros pocos nacidos al calor del privilegio. Los liberales quisieron acabar con esta situación y que surgieran bancos a partir del comercio, exigiéndose simplemente el cumplimiento de una serie de condiciones objetivas. Uno de estos bancos fue el Banco de Bilbao y otro el Banco de Santander, constituidos ambos en 1857. Llama la atención que, hoy día, el sistema bancario español esté dominado por sus instituciones decanas, pues BBVA y Santander, como es bien sabido, son los dos buques insignia del sector.

El libro, dirigido por el catedrático Manuel Jesús González, que narra la historia del BBVA cuenta con un prólogo de su presidente, Francisco González, donde se dice que estamos ante un “éxito empresarial continuado durante siglo y medio [aunque el banco] ha atravesado auges económicos y profundas depresiones, años de intensa inestabilidad política y de guerra y periodos de desarrollo pacífico; ha mantenido su rumbo en entornos de sobrerregulación y de liberalización, de estancamiento y de cambio acelerado”. El prólogo da paso a una extensa obra que ha sido escrita con buena prosa y rigor académico por el director (académico de la Historia y presidente del Tribunal de Cuentas de la Comunidad de Madrid) y por el también catedrático Rafael Anes, ayudados por la profesora Isabel Mendoza en la confección del abundante material estadístico y gráfico que acompaña a los textos. Los autores del libro parecen de acuerdo con el prologuista, y han dedicado muchas páginas a glosar la historia económica del periodo en que se ha ido configurando el actual BBVA.

La tarea acometida por los autores ha sido ciclópea. En realidad, no son 150 bancos los que han nutrido el BBVA, como reza el subtítulo de la obra, sino 166, excluyendo de este cómputo los 68 que habían sido anteriormente adquiridos por los bancos State National, Texas Regional y Compass. Clasificando estas entidades por áreas geográficas, tendríamos que el Grupo BBVA incorpora 91 que actúan o actuaron en España, el resto de Europa y en África, 41 mexicanas, 22 de otros países latinoamericanos y 12 de Estados Unidos (que llegarían a 80 si incluyéramos las últimas adquisiciones). Naturalmente, la configuración de este impresionante grupo multinacional es tarea reciente. Es bien sabido que hasta el último decenio del siglo XX la economía española, y particularmente su sector bancario, se ha caracterizado por depender casi exclusivamente del mercado interno. Hay que destacar el mérito de Francisco González en este sentido.

Es imposible resumir y comentar en pocas líneas el contenido de la historia de los dos grandes bancos y de toda la banca pública reunida a partir de 1991 en Argentaria. Baste decir que el libro ayuda a entender que, por su trayectoria histórica, los Bancos de Bilbao y de Vizcaya estaban llamados a entenderse. El primero era un banco con un compromiso industrial más fuerte que el segundo (donde sólo destacaban sus inversiones eléctricas, tradicionales desde su fundación en 1901), con lo que existía la posibilidad de buscar una complementariedad en la operatoria. Sobre esta base, el 30 de septiembre de 1987, el presidente del Banco de Bilbao, José Ángel Sánchez Asiaín, llamó al presidente del Banco de Vizcaya, Pedro de Toledo, para proponerle una fusión, tras los fallidos intentos realizados por el primero con Banesto y por el segundo con el Banco Central. En el capítulo VI del libro se describe con sumo interés cómo el proceso de fusión supuso un enfrentamiento continuo entre los directivos de ambos bancos, pues el sueño de Toledo era “alcanzar la presidencia única relegando al otro copresidente a la Fundación” (p. 327). Para entender bien este enfrentamiento, hay que tener en cuenta que el Banco de Vizcaya era más pequeño que el Banco de Bilbao, pero estaba mejor gestionado y mejor orientado hacia un futuro que pasaba por la banca comercial.

El gobernador del Banco de España tuvo que dictar un laudo para que Emilio Ybarra, un hombre del Banco de Bilbao, alcanzase la presidencia única, el 19 de enero de 1990, a lo que ayudó el fallecimiento de Toledo el mes anterior. El laudo no evitó que muchos de los antiguos directivos del Banco de Vizcaya buscaran proseguir su carrera en entidades de la competencia. Según los autores del libro, el paso siguiente en el proceso de creación del actual BBVA también lo dio el Banco de Bilbao, pues, en septiembre de 1999, Ybarra se dirigió a Francisco González, presidente de una Argentaria recién privatizada, para sugerirle una integración (pág. 413 y ss). Como fruto de un “proceso relámpago”, el 19 de octubre de 1999 se acordó la constitución del BBVA, que podría dar la réplica al BSCH, el gigante que había constituido el Banco de Santander a principios de año. Aparentemente, esta vez no hubo choque de culturas hasta que 224 millones de euros depositados en el extranjero provocaron un enfrentamiento en la cumbre que terminó, el 31 de diciembre de 2001, con la asunción de la presidencia única por parte de González.

Con una presentación de lujo y un texto escrito por uno de los mejores historiadores económicos españoles, el catedrático de la Universidad de Alcalá Pablo Martín Aceña, el Banco Santander también ha querido conmemorar sus 150 años de historia con el otro libro que encabeza esta reseña. El actual Banco Santander es una entidad de tamaño impresionante que lidera el último ranking anual de Fortune (2007) de las empresas españolas, que está realizado sobre la base de los ingresos. Sus más de 68.000 millones de dólares por ese concepto dejaban atrás a Telefónica (66.000), Repsol YPF (61.000) y, desde luego, al BBVA (38.000), en cifras redondas. El tamaño del Banco Santander fue tan grande en 2007 que ocupó el lugar 75 entre las 500 mayores empresas del mundo, considerando instituciones de todos los sectores productivos (con datos de mediados de 2008, habría ascendido al lugar 58).

En 1987, Jack Revell, el economista socialista que fundó el Institute of European Finance (Bangor University, Gales), señaló en un conocido informe (Revell, 1987) que las entidades españolas eran poco competitivas en relación con sus homólogas europeas y que era preciso, si querían sobrevivir, que las entidades medianas y regularmente gestionadas (Vizcaya, Santander, Popular) se hiciesen con los grandes bancos de Madrid (Banesto, Central, Hispano Americano), en franca decadencia por su mala administración –el caso del Banco de Bilbao quedaba en un término medio–; la historia resumida de las grandes entidades madrileñas se puede leer en Archivo Histórico BBVA (2007). Para Revell, las mejores combinaciones serían Santander-Banesto, Vizcaya- Central y Popular-Hispano (combinación a la que podría sumarse el Bilbao). Sobre la falta de competitividad de la banca española se insistía también en Arthur Andersen (1986) y Dixon (1991).

Desde luego, un problema era el tamaño. La posición media en el ranking mundial de 1988 de los cinco mayores bancos (donde no estaba el Santander) era 5 para Francia, 9 para Alemania, 13 para Gran Bretaña, 19 para Italia y 35 para España. En el mercado único europeo sería muy difícil competir en esas condiciones. Pero lo que los analistas más reputados fueron incapaces de ver era que el gran banco español se construiría sobre la absorción de toda la decadente banca madrileña por el Banco de Santander. Quizá si aquellos esforzados analistas hubieran tenido a mano un libro de las características del de Pablo Martín Aceña habrían sido más certeros. El profesor Martín Aceña nos demuestra que la clave del éxito de la entidad líder ha estado en la creación de una “cultura Santander”, que es fruto de la historia. Una “cultura” que se caracteriza por “una prudente cultura de riesgos combinada con el dinamismo comercial, la búsqueda de la rentabilidad, la defensa de la autonomía, una invariable vocación comercial, flexibilidad y capacidad de anticipación, ambición y audacia para asumir retos, conocimiento de las propias debilidades, profesionalidad de sus equipos humanos, identificación entre hombres e institución, la familia Botín” (pág. 340).

Sobre el papel de la familia Botín, hay que decir que no estuvo entre los accionistas fundadores del banco, ni destacó entre los que lo refundaron en 1875, una vez que el Banco de España se hizo con el monopolio de la emisión de billetes. Tuvieron que pasar veinte años para que, en diciembre de 1895, Rafael Botín Aguirre, hijo de un cirujano gaditano que emigró a La Montaña, asumiera la gerencia de la entidad. Su madre, Petra Aguirre, había estado casada con José Ramón López-Dóriga, presidente del Banco de Santander en 1871. A Botín Aguirre le sucedió en el cargo José María Gómez de la Torre y Botín, que mantenía esta responsabilidad cuando en 1920 la Junta de Gobierno designó presidente titular (no rotatorio) a Emilio Botín López, el hijo del anterior gerente, que había nacido en Puente San Miguel (Cantabria). Desde ese momento, el control de la entidad estaría en manos de la familia Botín, que tuvo, primero, que competir con el Banco Mercantil, fundado en 1899 por la familia López-Dóriga; después de la Guerra Civil, con la banca nacional en el mercado español; y finalmente, con la banca internacional en un mundo globalizado.

En 1942, el Banco de Santander abrió sucursal en Madrid y, en 1946, absorbió a su rival, el Banco Mercantil, adquiriendo un perfil de banco nacional y mixto por la abultada cartera de valores industriales que recibió de aquél (origen de sus problemas de liquidez). Emilio Botín Sanz de Sautuola, hijo de Emilio Botín López, fue el director general que comandó estas operaciones y, por su éxito, fue promovido a presidente de la entidad en 1950. Como nos dice Martín Aceña, el estilo de dirección de Emilio Botín Sanz (1950-1986) se caracterizaría por inculcar a los empleados “la lealtad al Banco y a su presidente” y el respeto a quien en cada momento ostentase el poder público (el banquero nunca perteneció al Consejo de Don Juan) (págs. 136-137). Además, existía una máxima: “no hacer operaciones peligrosas”, lo que acarreaba un crecimiento más lento, pero seguro. La fuente de inspiración de Botín Sanz no era la gran banca madrileña (en decadencia) que dominaba el escalafón, sino entidades más pequeñas, pero sólidas, como el Banco de Vizcaya o el Banco Popular (pág. 203).

La Ley de Ordenación Bancaria de 1962 disgustó más a los banqueros que la de 1946, por tener mayores pretensiones de intervención. En aquellos momentos, la economía española se abría, pero, con buen criterio, se decidió que el sector real lo hiciese antes que el sector financiero. Los bancos mixtos, como el Santander, tuvieron que concentrar su cartera industrial en “bancos industriales”, donde se permitió la entrada de bancos extranjeros como socios. A Botín Sanz no le entusiasmó la reforma, pero pudo sacarle provecho al involucrar al Bank of America en el banco industrial del grupo, que se conoció como Bankinter (1965). Jaime Botín-Sanz de Sautuola y García de los Ríos (Jaime Botín Ríos), hijo de Botín Sanz y hombre fuerte de Bankinter, supo extraer de su socio estadounidense un amplio conocimiento del mercado estadounidense. Su hermano, Emilio Botín Ríos, lo aprovecharía cuando se puso al frente del Banco de Santander en 1986.

La etapa más reciente de la entidad cántabra es bien conocida, pero el enfoque de historia económica de Martín Aceña resulta de gran utilidad para evitar hablar de “milagro”. Los logros obtenidos por Emilio Botín Ríos deben mucho a la labor desarrollada por sus antecesores. Hay una “dependencia de la trayectoria” en la consolidación que se consiguió al adquirir la otrora poderosa banca madrileña (Banesto, 1994; Banco Central Hispano, 1999) y en la expansión internacional que ha convertido a la entidad en un global player. Todo ello no resta un ápice los méritos de Botín Ríos, quien ha sabido tener visión estratégica para ser el primero en lanzarse a competir abiertamente en el mercado interno (recordemos la “Supercuenta Santander” de 1989) o darse cuenta de las oportunidades para crecer en el mundo anglo-americano (la alianza con Royal Bank of Scotland data de 1988).»

Banco de San Carlos

Recursos

Notas y Referencias

  1. Información sobre banco de san carlos de la Enciclopedia Encarta

Véase También

Otra Información en relación a Banco de San Carlos

Recursos

Bibliografía

  • Banco de San Carlos en el Diccionario de Legislación Histórica, de Salvador Trinxet Llorca
  • Ley hipotecaria, comentada y explicada, concordada con las leyes y códigos extranjeros, comparada con las disposiciones de la legislación española, que han servido de precedente para redactarla… precedida de una introducción histórica y de la exposición de sus motivos y fundamentos; y seguida del reglamento para su ejecución, etc. (y de un Diccionario completo de la nueva legislación, etc.) (1861), de Jose_ María Pantoja y Antonio M. Lloret
  • Banco de San Carlos en el Manual de Historia del Derecho Español, de Francisco Tomás y Valiente (Editorial Tecnos; 2012)
  • Ensayo histórico crítico sobre la legislación de Navarra, de Jose María de Zuaznavar

Véase También

  • Hacienda
  • Oficinas Fiscales
  • Recaudación Fiscal
  • Contaduría Nacional
  • Tesorería Nacional

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