Casa de Austria

Casa de Austria en España

Casa de Austria en Relación a Historia

En este contexto, a efectos históricos puede ser de interés lo siguiente: [1] 1. Orígenes y entronización en España de los Austrias. Dinastía reinante en España desde la subida al trono de Carlos I en 1517, hasta la muerte de Carlos II en el otoño de 1700. Los orígenes de esta casa, procedente del sur de Alemania, se remontan a Rodolfo I de Habsburgo, quien a fines del s. XIII y tras el periodo del Gran Interregno Alemán (1250-73) obtuvo el título imperial.
La unión de esta casa con la de los Trastámara (véase, si se desea, más sobre este último termino en la plataforma general), reinante en España, tuvo lugar mediante un doble matrimonioconcertado por los Reyes Católicos para fortalecer su alianza con el Imperio y su política antifrancesa: D. Juan, príncipe de Asturias, y lainfanta Da Juana (véase en la presente referencia sobre España lo siguiente: JUANA DE CASTILLA, LA LOCA), con Margarita y Felipe de Austria (véase en la presente referencia sobre España lo siguiente: FELIPE I DE CASTILLA, EL HERMOSO), hijos de Maximiliano 1, Emperador de Alemania, y de María de Borgoña. Sin embargo, su entronización en España se debió a circunstancias puramente fortuitas y contrarias en todo a los deseos de los monarcas españoles: así la muerte del heredero español Juan en 1497, el nacimiento de un hijo muerto de su mujer Margarita, el fallecimiento de la nueva heredera española Isabel en 1498 y, por último, el de Miguel, hijo de ésta y de Manuel de Portugal y presunto unificador de ambos reinos, en 1500. Con ello quedaba roto el continuado esfuerzo por lograr la unificación peninsular y en su lugar se obtuvo a la muerte de la reina Isabel en 1504 la vinculación a la dinastía austriaca. No obstante, aunque ésta se realiza de hecho en las personas de Da Juana y de Felipe el Hermoso, realmente no se logra sino con el hijo de ambos, Carlos, puesto que el gobierno de aquéllos, dada su brevedad (1506), su localización en los reinos castellanos y la posterior incapacidad de Juana, no pasó de ser un mero precedente del de su sucesor. Tras Carlos (1517-56), subirían al trono español Felipe II (1556-98), Felipe III (1598-1621), Felipe IV (162165) y Carlos II (1665-1700), con el que se pondría fin a esta dinastía en los reinos hispanos.
2. Carlos I de España y V de Alemania. La llegada de Carlos I (véase, si se desea, más sobre este último termino en la plataforma general), n. en Gante el 24 feb. 1500 y educado íntegramente en Flandes, no sólo representó en España el asentamiento de una dinastía extranjera, sino también la implantación de un programa extraño al país y de una tradición imperial totalmente distinta al sentir español; en realidad las directrices que introdujo en la vida política de España fueron, sin duda, las que marcaron su educación y su cuantiosa herencia. Sin embargo, al poco de su venida y una vez superadas las graves alteraciones ocasionadas al producirse ésta guerra de las Comunidades (véase en la presente referencia sobre España lo siguiente: COMUNIDADES, MOVIMIENTO DE LAS) en Castilla (1520-21) y de las Germanías (véase, si se desea, más sobre este último termino en la plataforma general) en Valencia y Baleares (1519-23) se inició un movimiento de acercamiento recíproco entre Carlos I Emperador desde el 23 oct. 1520y los españoles. Aquél aprende castellano, se casa con una princesa hispanoportuguesa, se apoya cada vez más en consejeros españoles (Cobos, Valdés, Guevara), y su misma ideología va conformándose a la de sus nuevos súbditos; éstos corresponden con un idéntico proceso de aceptación de la política imperial: financian las empresas carolinas, se proyectan al mundo, se universalizan como nunca y, poco a poco, pasan a ser el corazón y centro del Imperio. No es que se pueda pensar que la identificación fuera completa, pero al menos con todo ello Carlos, que durante muchos años mantuvo sus dominios bajo la diversidad de su sentido patrimonial, al final de su vida política ca. 1550 comprendió la importancia de España y en ella trató de sustentar el Imperio que dejaría a su hijo.
Hombre de capacidad excepcional, mezcla peculiar de pensador y realizador, de un talento poco común y gran actividad, llegó a concebir una grandiosa idea imperial y en la lucha por implantarla consumió toda su vida. Las circunstancias del momento histórico que le tocó vivir, con el fortalecimiento del individualismo renacentista, representaron el mayor obstáculo para su idea unitaria. En este ambiente, tres centros de tensión fundamentales acapararían la atención carolina y estorbarían sus planes: los turcos (véase, si se desea, más sobre este último termino en la plataforma general), lanzados a una política de conquista en Occidente; Francia (véase en la presente referencia sobre España lo siguiente: FRANCISCO I DE FRANCIA), dispuesta a impedir el prevalecimiento del Imperio hispanogermánico de Carlos, y los protestantes (véase en la presente referencia sobre España lo siguiente: LUTERO Y LUTERANISMO), opuestos a la directriz de unidad religiosa defendida por la política imperial. Todo ello impediría a Carlos lograr su ansiada aspiración de conservar en su hijo y sucesor, Felipe, la unión de todos los territorios que a él le había cabido en suerte heredar (el Imperio pasó a su hermano Fernando; V. FERNANDO I DE ALEMANIA); no obstante, sí pudo, al abdicar en 1556, ampliar la herencia española con ciertos territorios vitales en la geopolítica europea del momento (Milán, Países Bajos), confirmando con ello a España como potencia de primer rango.
Carlos I casó en 1525 con su prima Isabel de Portugal, unión por la que intentaba alcanzar el viejo sueño de un heredero común a ambos reinos, y a la par tener a una persona de su confianza y de la de los peninsulares durante sus numerosas ausencias. De ella nacieron cinco hijos: Felipe II, sucesor y futuro unificador peninsular; Juan y Fernando, que vivieron corto tiempo; María, que contrajo matrimonio con su primo Maximiliano, siguiendo la política de reforzar los lazos deunión entre las dos ramas de la casa de A.; y Juana, que casó con el príncipe Juan, hijo de Juan III de Portugal y Catalina, hermana del Emperador. Una vez viudo tuvo D. Carlos aún otro hijo, el célebre D. Juan de Austria (véase, si se desea, más sobre este último termino en la plataforma general), que tan importante papel desempeñaría en las luchas contra los moriscos (Granada), contra los turcos (Lepanto) y contra los flamencos, sublevados durante el reinado siguiente.
3. Felipe II. Con Felipe II (véase, si se desea, más sobre este último termino en la plataforma general) el proceso de hispanización de la dinastía austriaca concluye plenamente. Su propia personalidad se ha configurado en un ambiente bien distinto al de su antecesor; a diferencia de éste, Felipe ha nacido en España (Valladolid, 21 mayo 1527), se ha educado en ella y en sus dominios peninsulares, concretamente en Castilla y dentro de ésta en Madrid y El Escorial, vive durante casi toda su vida. Por ello, con él España no figura ya como parte integrante de un Imperio, cuya tradición le es ajena, sino que se convierte de hecho en cabeza de uno nuevo el Imperio español cuyos integrantes (un núcleo peninsular, el respaldo americano y los vectores de influencia centroeuropeos y mediterráneos) quedan en adelante claramente delimitados (Comellas).
Pese a esto el nuevo monarca se encuentra desde el primer momento inmerso en las realidades políticas instauradas por el Emperador y abocado a resolver el problema dejado por aquél junto con su cuantiosa herencia. A este respecto se ha criticado con frecuencia a Carlos I por entregar a Felipe posesiones de la diversidad y complejidad del FrancoCondado, Países Bajos, Luxemburgo o Flandes, cuando mejor hubiese sido que toda esta herencia borgoñona hubiese pasado al Imperio alemán, al que le unía una mayor afinidad. Pero hay que comprender la doble intención acariciada por el Emperador en sus últimos años: de un lado, coordinar un Imperio atlántico con una de sus bases en los Países Bajos; de otro, establecer una barrera desde el mar .del Norte a Italia que, al par de oponerse a la expansión protestante, acentuase el tradicional cerco de Francia. Ambas directrices fueron recogidas con entusiasmo por Felipe; muestra de ello fue su defensa de la ortodoxia católica hasta convertirse en alma del movimiento contrarreformista y en brazo armado de la Iglesia romana, y su política de dominio universal a punto de concluirse felizmente tras la anexión de Portugal (1580), durante las dos décadas finales del siglo. Trento (véase en la presente referencia sobre España lo siguiente: TRENTO, CONCILIO DE), 1563, Malta (1565), Lepanto (véase, si se desea, más sobre este último termino en la plataforma general) (1571) jalonan el camino victorioso en sus primeros cometidos; la derrota en las costas inglesas (Armada Invencible, 1588) y la posterior ante el irreductible nacionalismo francés (véase en la presente referencia sobre España lo siguiente: ENRIQUE II DE FRANCIA) (paz de Vervins, 1598) muestran, en cambio, el fracaso en sus otras pretensiones políticas. Junto a todo esto, Felipe hubo de hacer frente a una serie de graves problemas internos, rémora permanente y condicionadora de toda política exterior de envergadura. Unos interiores a España, causados bien por motivos religiosos sublevación de los moriscos (1568-70), bien por una débil estructura institucional revolución de Zaragoza (1591-92); otros extrapeninsulares, pero dentro de las posesiones filipinas insurrección y guerras de los Países Bajos desde 1564. En la base de éstos y aquéllos la crítica situación económica de la corona, puesta de manifiesto en las crisis financieras (bancarrotas de 1557, 1575, 1597), declaradas periódicamente por el Estado español.
Capítulo aparte merecen las preocupaciones del monarca en el problema de su sucesión. Cuatro matrimonios hubo de contraer antes de lograr el heredero varón que ocupase el trono español. Del primero con la infanta portuguesa María Mamela, hija de Juan III y de Da Catalina, hermana del Emperador, sólo tuvo Felipe II a D. Carlos (Valladolid, 9 jul. 1545), niño enfermizo, enclenque y algo retrasado, que causó serios contratiempos a su padre en vida y más tarde al ser utilizada su figura por la leyenda negra. Viudo en 1545, Felipe se unió con María Tudor (véase, si se desea, más sobre este último termino en la plataforma general) (1554), hija de Enrique VIII de Inglaterra y de Da Catalina, hija de los Reyes Católicos, pero no obtuvo descendencia y por ello fracasó este golpe maestro de la postrer política del Emperador. Muerta María en 1558 Felipe contrajo su tercer enlace con. Isabel de Valois, hija de Enrique II de Francia, con el cual se quería refrendar la paz de CateauCambrésis (véase, si se desea, más sobre este último termino en la plataforma general) (1559). No obstante tampoco tuvo mayor éxito que los anteriores, pues tras el nacimiento de Isabel Clara Eugenia (Valsaín, 12 ag. 1566) y de Catalina Micaela (Madrid, 10 oct. 1567),
a la muerte de Isabel en 1568 el problema del heredero siguió planteado. Al fin, de su cuarto matrimonio con Ana de Austria (14 nov. 1570), hija del emperador Maximiliano II y de María, hija de Carlos V, tuvo Felipe II el esperado descendiente. En realidad fueron cuatro: Fernando, Carlos Lorenzo, Diego y Felipe, pero por la muerte de los tres primeros a los pocos años, tocó a Felipe III heredar a su padre.
4. Felipe III (véase, si se desea, más sobre este último termino en la plataforma general). Con la muerte de Felipe II (1598) parece diluirse el halo genial que había rodeado a los primeros A. y la dinastía entra en una época decadente y de bajo nivel, pálido reflejo de los años pasados. No obstante esta visión no es totalmente exacta, pues si en los primeros años del s. xvll se preludian ya serias dificultades, la decadencia no se hace patente con claridad hasta 1640. Entre 1598 y 1621 transcurre el reinado de Felipe III, cuya subida al trono.coincide, poco más o menos, con la instauración en toda Europa de una generación pacifista, puente entre los últimos años del Rey Prudente y la etapa de guerra general del segundo cuarto de siglo. España está en paz con Francia, la acuerda con Inglaterra (Londres, 1604) y Holanda (tregua de los Doce Años, 1609) e incluso se soluciona un grave problema interior con la expulsión de los moriscos (véase, si se desea, más sobre este último termino en la plataforma general) en este último año. Sin embargo, tan buenos auspicios no fueron bien aprovechados; el monarca, pese a sus reconocidas dotes para el gobierno, entregó éste en manos de una serie de validos (Lerma [v.], Uceda), de mayor o menor valía, pero ansiosos casi siempre de su provecho personal, y el programa de reformas necesario para el reajuste interno quedó completamente olvidado. Surge la corrupción administrativa, el fausto y el derroche se apoderan de la corte, pierde eficacia la maquinaria estatal y de nuevo aparece el fantasma de la crisis económica. Sólo desde 1618 con Uceda, hay un movimiento regenerador con intentos revisionistas en el interior y actuación en la nueva guerra europea (de los Treinta Años; v.) en el exterior.
Felipe III casó en 1598 con Margarita de Austria, nieta del emperador Fernando I, de la que tuvo numerosa descendencia. Nacieron Ana, luego esposa de Luis XIII de Francia y madre de Luis XIV; María; Felipe (IV); María; Carlos; Fernando, el conocido cardenalinfante durante el reinado de su hermano; Margarita y Alfonso.
5. Felipe IV. Llega al trono al tiempo que en Europa se extingue la generación pacifista anterior; desaparecen Felipe III, el emperador Matías, Jacobo I, y surgen Richelieu (véase, si se desea, más sobre este último termino en la plataforma general), Cromwell (véase, si se desea, más sobre este último termino en la plataforma general), Olivares (véase, si se desea, más sobre este último termino en la plataforma general) y Wallenstein. Con ellos la guerra iniciada años antes va aumentando en intensidad, no disputándose sólo la investidura imperial, los problemas religiosos o la hegemonía europea, sino también, y ante todo, un concepto del hombré, del mundo y de la vida (Jover). Pese a esto, el nuevo monarca, mostrando una abulia e indecisión casi enfermizas, sigue la línea de su antecesor y entrega el poder a su valido, el condeduque de Olivares, cuya fuerte personalidad ocupa gran parte del reinado. A éste se debió el amplio plan de reformas acometido en estos años; pero ni su voluntad, ni su noble actuación y dedicación alcanzaron el triunfo, bien por la falta de medios y de preparación en ocasiones, bien por un falso planteamiento en otras muchas. La política exterior propugnada asimismo por el valido, vuelve sobre las directrices seguidas en otro tiempo por Carlos I y Felipe II, pero fortaleciéndolas ahora con una tendencia sólo esbozada anteriormente el austracismo, o colaboración entre las dos ramas de la casa de A. y con un mayor énfasis propio de los tiempos del barroco (véase en la presente referencia sobre España lo siguiente: HABSBURGO, DINASTIA). Ahora, como entonces, es Francia la potencia que trata de cerrar el paso a la política española, primero alentando ciertos conflictos abiertos a los A. Flandes, Italia, el Imperio, más tarde lanzándose ella misma a la lucha con todo su poderío. En un principio España logra mantener su prestigio pese a su extremado agotamiento (Lutter, Nórdlingen, Thionville), pero desde 1639 la situación es insostenible y se suceden los desastres (Las Dunas, Rocroi, Lens), en especial desde que se produce la desintegración interna de la Monarquía Católica: levantamientos de Cataluña (véase en la presente referencia sobre España lo siguiente: CATALUÑA, REVOLUCIÓN Y GUERRA DE), 164052, Aragón, Andalucía, Navarra, Sicilia y Nápoles y emancipación de Portugal (164068). Las paces de Westfalia (véase, si se desea, más sobre este último termino en la plataforma general), 1648, y de los Pirineos (véase, si se desea, más sobre este último termino en la plataforma general), 1659, cerrarían este ciclo y con él el siglo de hegemonía española en el mundo.
No tuvo suerte Felipe IV tampoco con su descendencia, pues sólo vivieron tres hijos de los 12 que tuvo en sus dos matrimonios con Isabel de Borbón y Mariana de Austria. María Teresa, que llegaría a ser reina de Francia por su boda con Luis XIV; Margarita, más tarde emperatriz por su enlace con Leopoldo de Austria, y Carlos, triste heredero de la corona española. Fuera de sus matrimonios cabe destacar a su bastardo D. Juan José de Austria (véase, si se desea, más sobre este último termino en la plataforma general), célebre durante los años venideros.
6. Carlos II (véase, si se desea, más sobre este último termino en la plataforma general). Con el triste reinado de Carlos II, fiel reflejo de la débil personalidad del monarca, se pone fin a la casa de A. en España. El hundimiento español de estos años sigue creciendo hasta llegar a su máximo en la década de los años 80, con una total paralización administrativa, económica, cultural e intelectual. Con este ambiente se estrellan los planes vivificadores de D. Juan José y de Peñaranda, sin que surjan los primeros atisbos serios de regeneración nacional hasta la llegada de Oropesa, el único político de talla del reinado. Ante semejantes circunstancias la desmembración del Imperio español hubiese concluido de no haber sido porque los encontrados intereses de las potencias fueron su mejor garantía, pese a los continuados desastres militares. De cualquier forma la falta de sucesión a Carlos II, en sus dos matrimonios con María Luisa de Orleáns y Mariana de Neoburgo, planteaba un serio problema dinástico y hacía prever dado los tratados de repartos firmados por las potencias en 1668, 1698 y 1699 la inmediata escisión de los territorios españoles a la muerte del monarca. Tales temores desaparecieron, al menos por el momento, cuando Carlos II nombró heredero a Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia, con lo cual terminaba la oposición entre A. alemanes y Borbones franceses y se ponía coto a las apetencias continentales. Con la muerte de Carlos II poco después, concluía el gobierno de la casa de A. en España y se abría el de la nueva dinastía borbónica de la mano de Felipe V (véase en la presente referencia sobre España lo siguiente: ; BORBÓN, CASA DE; ESPAÑA).
7. Valoración. Durante los dos siglos aproximados que habían permanecido los A. en el trono español (1517-1700) España vivió los momentos de mayor gloria y los de su máxima decadencia. El impulso dado por Carlos I con su política imperial abrió en el reinado de su hijo Felipe II y de sus sucesores Felipe III y Felipe IV, el periodo de mayor preponderancia española (Siglo de Oro), durante el cual sus ejércitos, su cultura y su concepción de la vida se imponen en el mundo. De la mano de los A,, España se convierte en protectora de las directrices fundamentales del catolicismo y en sostenedora material y espiritual de la lucha contra la herejía y los infieles. No obstante, el exceso de idealismo la induce a realizar unas empresas demasiado ambiciosas para sus posibilidades, puesto que éstas, pese a los deslumbrantes aportes americanos, son muy limitadas debido al desdichado planteamiento económico durante estos años. En la lucha por mantener su visión teocéntrica del mundo frente a las últimas corrientes del pensamiento que tratan de imponerse, consumirá sus energías, perdiendo su supremacía mundial e incluso los mismos ideales que la habían guiado durante más de 150 años.
Estas directrices políticas austriacas tuvieron amplio reflejo en la sociedad española de la época. Debido a su implantación y al reflejo de un movimiento general al resto de Europa, la burguesía perdió casi todo su papel político y de representación en la vida del país. Sus ideales (trabajo, realismo, honradez) la oponen a la política impuesta en el país y en muchos casos lleva a sus miembros a desertar de su propia clase. Es la nobleza los nobles titulados, sustentadora del trono en los instantes críticos de Villalar y Gandía, la que vuelve por su antiguo predominio, aunque sólo logra alcanzarlo en el plano social y económico, puesto que el político está controlado ya rígidamente por la monarquía. No obstante, la inmensa mayoría de los componentes de esta clase heredan el apellido, pero no el título ni el patrimonio (reservado íntegramente al mayorazgo), por lo cual muchos de ellos malviven de sus escasos recursos y pendientes siempre del empleo que les permita equipararse a sus antepasados. Estos hidalgos, que no trabajan porque ello supone la «deshonra legal» y la pérdida de su nobleza, con su sentido del honor, su generosidad y su ingenio dan carácter a la España de los A. Al igual que estos personajes, en los últimos peldaños de la sociedad se destaca la figura del «pícaro» (véase en la presente referencia sobre España lo siguiente: PICARESCA, NOVELA), otro de los tipos humanos más característicos de la época. Con su horror al trabajo, su ingenio y sus aventuras acabará, junto con el hidalgo, convirtiéndose en un héroe literario.
V. t.: HABSBURGO, DINASTÍA.[rbts name=»historia»]

Recursos

Notas y Referencias

  1. Basado parcialmente en el concepto y descripción sobre casa de austria en la Enciclopedia Rialp (f. autorizada), Editorial Rialp, 1991, Madrid

Véase También

Bibliografía

Fuentes: N. RMERSRAUSEN, Geneolagia imperatorum, regum, ducum, comitum, aliorumque procerum orbis christiani, Altdorf 1653; F. J. SPENER, Theatrum nobilitatis Europaeae, Francfort 1668; J. W. vox IMHOFF, Notitia sacri Romani Germanici Imperii procerum, Tubinga 1684.Estudios: W. K. PRINZ, V. ISENBURG, Stammtafeln zur Geschichte der européischen Staaten, Marburgo 1953; L. ULLOA, La Casa de Austria (siglos XVI y XVII), en Historia de España, ed. L. PERICOT, IV, Barcelona 1936; L. RANKE, La monarquía española de los siglos XVI y XVII, México 1946; B. CHUDOBA, España y el Imperio, 15191643, Madrid 1963; J. ELLIOT, La España Imperial, Barcelona 1965; L. PFANDL, Introducción al Siglo de Oro, Barcelona 1942; fD, Cultura y costumbres del pueblo español en los siglos XVI y XVII, Barcelona 1959; E. IBARRA, España bajo los Austrias, Barcelona s. a.

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