Productividad

Productividad en España en España en España en España

Aquí se ofrecen, respecto al derecho español, referencias cruzadas, comentarios y análisis sobre Productividad. [aioseo_breadcrumbs][rtbs name=»derecho-home»]

Reformas tributarias para el impulso de la productividad

El Consejo de Ministros aprobó, en el primer semestre del año 2005, la remisión a las Cortes Generales del Proyecto de Ley de reformas para el impulso de la productividad, así como un Proyecto de Ley de Reformas Tributarias asociadas. Estas normas formaban parte del Plan de Dinamización de la economía e impulso de la productividad, aprobado por el Consejo de Ministros el 25 de febrero de 2005, y pretendían liberalizar algunos sectores así como incrementar la competencia en los mismos. Se establecen incentivos fiscales en los sectores de vivienda, mercados financieros, PYMES, textil y correos para impulsar su actividad.

Las principales medidas que incorporaba el Proyecto de Ley se refieren a los sectores de vivienda, mercados financieros, PYMES, textil y correos.

Vivienda

Para fomentar la oferta profesional de alquiler de vivienda el Proyecto de Ley incorpora dos medidas:

1. Nuevo tipo de Instituciones de Inversión Colectiva (IIC) de carácter inmobiliario.

Se crea este nuevo tipo de Institución de carácter inmobiliario por el que a estas entidades se les autoriza a realizar la promoción de edificaciones destinadas al alquiler, aunque la actividad de promoción no podrá exceder del 20 por 100 del activo de la Institución de Inversión Colectiva para evitar posibles usos abusivos.

Este nuevo tipo tiene, además, las siguientes características:

  • La actividad de promoción y la de arrendamiento deben contabilizarse de manera separada.Las viviendas han de estar en alquiler un mínimo de siete años.
  • Se establece un tipo de gravamen del 1 por 100, tanto para las rentas derivadas del alquiler, como a las obtenidas en la venta de viviendas, siempre que haya transcurrido el plazo de siete años.
  • Estas nuevas Instituciones de Inversión Colectiva tendrán las mismas exenciones y bonificaciones en el Impuesto sobre Transmisiones Patrimoniales y Actos Jurídicos Documentados previstas para las Instituciones de Inversión Colectiva Inmobiliarias ya existentes.

2. Régimen especial del Impuesto de Sociedades de las entidades dedicadas al arrendamiento de vivienda:

El Proyecto de Ley simplifica y flexibiliza este régimen para una utilización más efectiva. Las principales modificaciones son las siguientes:

  • Se establece una única bonificación del 85 por 100 frente a las dos anteriores (unas del 85 por 100 y otras del 97 por 100).
  • El único requisito que han de cumplir las viviendas es que su superficie no exceda de 135 metros cuadrados.
  • Las viviendas han de estar alquiladas un mínimo de siete años.
  • Se suprime la obligación de que un tercio de las viviendas en alquiler incorporen opción de compra.
  • El valor de las viviendas en fase de construcción y de las promovidas por la entidad no podrá superar el 20 por 100 del valor contable de todas las viviendas de la entidad.
  • El régimen podrá ser aplicado por empresas ya existentes y las empresas que se acojan podrán consolidar fiscalmente sus resultados con otras de su grupo.

Sector textil. Deducción por actividades de innovación tecnológica

Con la finalidad de estimular la innovación en el sector textil y la renovación de sus muestrarios que les permita mejorar su competitividad a nivel internacional, se modifica la deducción por actividades de investigación y desarrollo e innovación (I+D+I) al objeto de incluir en el concepto de innovación tecnológica a los muestrarios textiles, con lo que las inversiones realizadas en dichos muestrarios darán derecho a una deducción del 10 por 100 de la cuota del Impuesto sobre Sociedades.

PYMES. Deducción para el fomento de las tecnologías de la información y de la comunicación

Se aumenta en cinco puntos el porcentaje aplicable a la deducción para el fomento de las tecnologías de la información y de la comunicación, y pasa del 10 por 100 al 15 por 100, con la finalidad de que las pequeñas y medianas empresas se incorporen de manera decidida en el ámbito de las nuevas tecnologías.

Esta nueva deducción podrá ser aplicada por todas las empresas de reducida dimensión, es decir aquellas cuyo volumen de facturación sea inferior a ocho millones de euros.

Tasas de la CNMV

Se reducen hasta un 40 por 100 los límites de las tasas aplicables por la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) en la prestación de determinados servicios.

Correos

Se limita a partir del 1 de enero de 2006 la exención que contempla la Ley del IVA para los servicios públicos postales a las prestaciones de servicios y las entregas de bienes accesorias que constituyan el servicio postal universal y estén reservados al operador al que se encomienda su prestación, de acuerdo con la Ley del Servicio Postal Universal y de Liberalización de los Servicios Postales.

En Derecho Laboral

Uno de los deberes básicos del trabajador es contribuir a la mejora de la productividad o rendimiento económico de la empresa, realizando su trabajo con diligencia. Igualmente, colaborar con la empleadora para incrementar la productividad es una de las competencias de los órganos de representación de los trabajadores (Comités de empresa o Delegados de personal).

Por otra parte, la productividad media nacional es uno de los factores que el Gobierno ha de tomar en consideración para determinar el salario mínimo interprofesional.

Autor: Cambó

Literatura sobre la Productividad en España

Reseña de la revista «Libros de Economía y Empresa» de varios libros (La productividad en la economía española, Productividad e internacionalización: el crecimiento español ante los nuevos cambios estructurales, y La productividad en la economía española) sobre este tema:

«Los tres libros llegan a la misma conclusión: las ventajas relativas obtenidas por la economía española por su adhesión a la Unión Europea (UE) y al área euro (EA), que le han permitido una mayor estabilidad macroeconómica, un menor riesgo y, por consiguiente, un menor coste del capital, unas mayores transferencias externas netas, unas mejoras obligadas en su regulación y, gracias a todo ello, aumentar notablemente su crecimiento y, convergencia real con otros países más desarrollados, están agotadas.

En adelante, sólo podrá obtener mejoras de su competitividad y su convergencia si consigue aumentar sustancialmente tanto su bajo nivel relativo y estancado de productividad del trabajo (PT), compatible con una mayor utilización de éste (que todavía es baja a pesar del empleo creado), como su todavía más bajo nivel relativo de la productividad total de los factores (PTF).

«La productividad no lo es todo, pero a largo plazo lo es casi todo. La capacidad de un país para mejorar su nivel de vida en el transcurso del tiempo depende casi enteramente de su capacidad para elevar la producción por trabajador», frase lapidaria de Paul Krugman que nos recuerdan Maroto y Cuadrado en el primer capítulo de su libro. Aquella conclusión y esta frase están refrendadas por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Cada dos o tres años, esta institución analiza la diferencia de PIB por habitante, en paridades de poder de compra, existente entre sus países miembros respecto al país que representa la «frontera tecnológica» mundial, es decir, Estados Unidos.

En el estudio que realizó dicha institución hace un par de años, siendo este último país=100, España alcanzaba sólo 43, es decir, 57 puntos porcentuales menos que Estados Unidos, de los cuales un tercio de dicha diferencia (19 puntos) se debía a su menor utilización relativa del trabajo (calculada por el número de horas trabajadas dividido por la población total), y dos tercios (38 puntos) a su menor nivel relativo de productividad por hora trabajada (calculada por el PIB dividido por el número total de horas trabajadas)

Alwyn Young hizo un ejercicio de contabilidad del crecimiento sobre los tigres asiáticos en el que demostraba que éstoshabían crecido con gran rapidez exclusivamente mediante la acumulación de factores de producción (trabajo y capital), pero no a través de su de eficiencia conjunta (productividad), y que dicho crecimiento siempre tiene un límite a partir del cual la mera acumulación empieza a tener rendimientos crecientes hasta que deja de generar crecimiento a menos que aumente la productividad. Paul Krugman comparó y aplicó este análisis posteriormente al caso de la Unión Soviética y de China. La historia les dio en parte la razón al desatarse la crisis asiática en 1997.

Traigo a colación este análisis porque creo que, dado que España es un país de extremos en muchas cosas, puede ser aplicable al crecimiento español de los últimos años. Estuvimos creciendo largo tiempo a través de una fuerte acumulación de capital sustitutivo del trabajo y del consiguiente aumento de la productividad, pero también del aumento del desempleo, hasta la fuerte recesión de 1993; desde entonces, llevamos creciendo una década fundamentalmente por la mayor acumulación de trabajo, creando millones de puestos de trabajo, y también de capital, pero éste centrado en la construcción y no en los bienes de equipo y la tecnología (salvo en los dos últimos años), mientras que el crecimiento de la productividad ha sido nulo.

Reducir las diferencias relativas de los niveles de productividad es el gran reto de las próximas décadas. Y digo décadas porque los tres trabajos que aquí se comentan coinciden en que los procesos de cambio estructural (como el conseguido por Estados Unidos) llevan muchos años de inversión en capital humano, en bienes de equipo, en nuevas tecnologías y en mejorar la flexibilidad de los mercados y su regulación, y después un largo período de espera hasta que empiezan a surtir efectos.

Esto es lo que ha ocurrido en Estados Unidos, donde tras varios años de enormes inversiones en las nuevas tecnologías, no se han apreciado resultados explícitos hasta pasada más de media década. De ahí que el Nobel Robert Solow dijera: «el gran esfuerzo que se ha realizado en desarrollar las inversiones en las tecnologías de la información y la comunicación se nota en todas partes, menos en las estadísticas» (de la productividad). Al final salieron a la luz e hicieron que el crecimiento de Estados Unidos se despegara notablemente de la Unión Europea (UE) durante una década.

Los tres análisis coinciden también en que lograr cambiar el actual rumbo de la productividad española va a ser una tarea enormemente difícil y va a llevar mucho tiempo, y en que se necesitan unas políticas sostenidas a largo plazo, que excedan el corto período del ciclo político, es decir, que sean políticas de Estado y no sólo de un partido o un gobierno concreto, y que, por lo tanto, deben llevarse a cabo mediante una toma de conciencia del problema tanto pública como privada.

Diferencias en cuanto a la medición de la productividad y a los factores que determinan su evolución

En el libro coordinado por Julio Segura, en el que colaboran Juan Francisco Jimeno, Rocío Sánchez Mangas, Elena Huergo y Lourdes Moreno, se hace, por un lado, un análisis de la productividad desde una perspectiva macroeconómica y, por otro, un análisis micro-económico de la productividad empresarial industrial y manufacturera. Los resultados del análisis macro muestran que, a partir de mediados de los años noventa, se observa una desaceleración tanto de la productividad del trabajo (PT) como de la productividad total de los factores (PTF) que no puede atribuirse enteramente a problemas derivados de la medición de la productividad asociados a efectos de composición de los cambios sectoriales y ocupacionales del empleo, o de los deflactores de precios, o de las elasticidades de la producción.

Por ejemplo, el aumento del peso de sectores de bajo crecimiento de la PT (construcción) en detrimento de las manufacturas apenas explica, al año, el 0,10% de la desaceleración de la productividad, mientras que el importante aumento de los trabajadores jóvenes con estudios más elevados (terciarios) sólo aporta la mitad de crecimiento de la PT que debería aportar. Por lo tanto, más bien se debe a otros factores de carácter estructural, ya que dicha desaceleración se observa en casi todos los sectores de actividad. Es decir, el problema se encuentra fundamentalmente en la reducción de la eficiencia de los factores de producción.

Dado que la productividad agregada es el resultante de la productividad de las empresas, en el análisis micro se muestra los siguientes resultados:

– La evolución sectorial de la productividad viene explicada en mucha mayor medida por la evolución de la PTF que por el grado de intensidad de capital de los procesos productivos, aunque la mayor desaceleración en la industria que en los servicios se debe a que, en estos últimos, la reducción de la relación capital/trabajo ha sido menor.

– El principal factor determinante de la PT y de la PTF son las actividades tecnológicas, con independencia de la metodología utilizada, es decir, las empresas que realizan actividades de I+D muestran mejores crecimientos de la productividad que las que no las llevan a cabo. Dado que la mayoría de las empresas españolas son PYME, este efecto es mayor, ya que el tamaño influye en si se realizan o no. La presión de la competencia ayuda a aumentar dichas actividades, así las empresas exportadoras suelen tener un mayor nivel de PT que las que no lo son.

– La dinámica empresarial tiene poco peso explicativo, ya que tanto las empresas salientes como las entrantes tienden a tener menor PT que las establecidas. Las empresas que salen lo hacen por su menor nivel de PT, mientras que las que entran, aunque empiezan con menor nivel que las establecidas, al cabo de unos años las igualan o las superan con lo que, a largo plazo, el nivel de la PT mejora cuanto mayor es el número de entrantes. Este efecto es mayor en las fases recesivas que en las expansivas.

– El nivel de las actividades tecnológicas es la principal fuerza impulsora de la PT y de la PTF. Las empresas que consiguen materializar su actividad de I+D en innovaciones, tanto de proceso como de producto, son las que muestran mayores tasas de crecimiento de la PTF, y la calidad del trabajo empleado aumenta la propensión a realizar actividades tecnológicas, así como su financiación pública y la competencia, aunque los efectos de esta última son menos nítidos.

En el libro coordinado por Francisco Pérez García en colaboración con Joaquín Maudos, José Manuel Pastor y Lorenzo Serrano, se realiza un análisis diferente, basado en mayor medida en los cambios estructurales. Reconocen los autores que la brecha de la productividad por hora trabajada española respecto a la estadounidense y la europea se ha ampliado desde 1995, superando los 20 puntos porcentuales, y que más de la mitad de las diferencias de renta por habitante con la Unión Europea (UE) y Estados Unidos se debe actualmente a la menor productividad española por hora trabajada. El resto se puede atribuir a la intensidad con la que se emplea el factor trabajo, es decir, al número de horas trabajadas, al nivel de ocupación y a la tasa de actividad.

El número de horas trabajadas en España es superior al europeo y algo inferior al de Estados Unidos. Esto explica que, cuando se mide la productividad por persona empleada, en lugar de por hora trabajada, España se aproxime más a la UE, pero se aleje de Estados Unidos. Las horas trabajadas se han reducido en España, aunque menos que en el resto de la UE. La tasa de ocupación sí ha tenido efectos positivos sobre la convergencia de renta por habitante con la UE, ya que ha aumentado más rápidamente que en esta última. Finalmente, la tasa de actividad, aun siendo más baja que en la UE y en Estados Unidos, ha aumentado más rápidamente que en ambos, debido a la creciente incorporación de las mujeres al trabajo y la mejora de los niveles de educación de la población en edad de trabajar.

También la PTF española, que indica el nivel de eficiencia productiva, es baja y su trayectoria también es divergente con las de la UE y Estados Unidos. Estos dos bajos niveles relativos españoles de PT y de PTF indican que el crecimiento español está más basado en la transpiración (la acumulación de factores) que en la inspiración (el progreso técnico) si se compara con el de los países más avanzados.

En las décadas anteriores no sucedió lo mismo, ya que la productividad mejoró gracias al proceso de sustitución de actividades tradicionales, sobre todo agrícolas pero también algunas industriales, por otras más modernas, en las que se adaptaron tecnologías más eficientes desarrolladas en otras economías más avanzadas y transferidas a través de la importación o la inversión extranjera. Estos efectos no han desaparecido totalmente, pero son decrecientes. Además, mientras que el peso de la industria ha perdido casi 10 puntos porcentuales en el PIB y el empleo en los últimos veinte años, se han desarrollado actividades que no llevan aparejada difusión tecnológica, como la construcción y ciertos servicios intensivos en mano de obra poco cualificada, como la hostelería, el servicio doméstico y los cuidados personales.

Esto explica la mayor contribución del empleo y la menor contribución del capital físico, y sobre todo de la PTF, al crecimiento español, mientras que en otras economías europeas más avanzadas ocurría lo contrario: aumentaba la aportación del progreso técnico al crecimiento gracias a la expansión de nuevas actividades industriales y terciarias altamente productivas. Con ello, hoy las ganancias de la PTF de la UE duplican sobradamente a las españolas, pese a que el crecimiento español es superior en más de un punto porcentual al de la Unión Europea.

Por otro lado, el peso de los activos relacionados con el sector de la construcción, no sólo viviendas sino también locales comerciales, naves e infraestructuras públicas, supera el 70% de la inversión total, contribuyendo a los servicios productivos del capital en un porcentaje muy superior al de los países más avanzados. En estos últimos, el crecimiento se ha basado más en la inversión en activos físicos diferentes (maquinaria y equipos, y TIC) y en actividades que están utilizando con mucha mayor intensidad otros capitales intangibles, como el capital humano y tecnológico (la formación y el I+D+i)

Todo ello hace que el retraso español en estas actividades sea mucho mayor de lo que indican sus niveles de renta por habitante o sus dotaciones de infraestructuras, y que la distancia en capital tecnológico respecto a la media de la UE sea del 50%. La razón está en que el cambio estructural en la especialización de la economía española, que permitiría mejorar su productividad, no se está recorriendo a suficiente velocidad y que su maduración está todavía lejos de producirse. La estructura productiva española está orientada hacia actividades maduras, en las que la productividad es menor y avanza más lentamente, y su especialización manufacturera se ha encontrado con nuevos competidores tanto en los mercados internacionales como en el interior.

Mientras que en otros países la parte sustancial de las ganancias de productividad se explica por las mejoras intra-sectoriales, es decir, por avances de productividad en cada una de las actividades, en España, por el contrario, la productividad dentro de los sectores ha sido débil o ha estado estancada en los últimos años. El crecimiento del empleo y del capital no ha ido acompañado de la expansión de la producción esperada. Por el lado de la demanda, por la orientación de los sectores productivos hacia mercados de productos y de países maduros, de demanda estable o débil. Por el lado de la oferta, por la orientación de la inversión hacia los activos de la construcción en lugar de hacia las mejoras tecnológicas y de capital humano.

El libro de Juan Antonio Maroto y Juan Ramón Cuadrado coincide, en líneas generales, con los análisis anteriores y añade un análisis por sectores productivos, por regiones y por factores de producción de la productividad española. Su estudio sectorial muestra que los dos grandes sectores con mayores niveles de productividad son la industria manufacturera y, especialmente, las actividades energéticas. El sector servicios, especialmente el de mercado, tiene una productividad cercana a la media agregada, mientras que la construcción y el sector primario se mantienen por debajo de los tres cuartos de dicha media.

En términos de tasas de crecimiento, la agricultura y las manufacturas, gracias al continuado proceso de reestructuración que experimentan, son los sectores donde la PT ha crecido más, muy por encima deexisla media nacional. Los servicios, por el contrario, muestran tasas de crecimiento inapreciables, debido, en buena parte, al comportamiento de los no destinados a la venta, así como a sus peculiares características de funcionamiento y de medición de la producción. A pesar del bajo crecimiento de la PT del sector terciario, éste contribuye algo a la productividad agregada.

Su estudio regional muestra un doble proceso. Por un lado, una cierta convergencia de PT, con respecto a la media nacional, de algunas regiones menos desarrolladas y con bajos niveles de PT, tales como Galicia, Extremadura, y Castilla y León. Esta convergencia es debida a que estaban muy especializadas en el sector primario, y este se ha reducido notablemente y ha mejorado mucho su eficiencia en los últimos años. Otras regiones de bajos niveles de PT, como Andalucía, no han conseguido, sin embargo, mejorar su convergencia en los últimos años.

Por otro, las regiones con mayores niveles de PT siguen creciendo por encima de la media y se van destacando cada vez más del resto, como son los casos de Madrid, Navarra, País Vasco y Cataluña. En el caso de Madrid, por el peso tan elevado de los servicios, tanto del Estado como, y sobre todo, de las grandes empresas nacionales y extranjeras que tienen su base en la capital. En el caso de las otras tres, dicha divergencia se debe al mayor peso relativo de la industria manufacturera.

Su análisis sobre los factores determinantes del bajo nivel y crecimiento de la productividad española muestra lo siguiente:

– La productividad del capital arroja dos tendencias muy interesantes. Por una parte, el crecimiento de la acumulación del capital desde 1980 hasta 2002 ha sido mucho más rápido que el de la población, con lo que la dotación o intensidad de capital por habitante se ha multiplicado por dos (desde 2003, la masiva entrada de inmigrantes ha reducido este múltiplo). Por otro lado, la productividad aparente del capital ha experimentado fluctuaciones muy notables entre ambas fechas, especialmente durante la fuerte recesión del 1992 y 1993, con lo que el nivel ha caído ligeramente.

– La contribución del capital humano a la productividad ha crecido de forma constante en la década de los años noventa, y lo ha seguido haciendo entre 2000 y 2005, lo que podría estar reflejando un tipo de progreso técnico intensivo en mano de obra cualificada capaz de mejorar la PTF en el futuro.

– La productividad del capital tecnológico muestra una curiosa paradoja: a pesar de su bajo nivel, la I+D empresarial crece por encima de la de los países avanzados, pero con efectos prácticamente nulos en la PTF. La explicación radica en el bajo nivel de partida de esta inversión empresarial, que crece muy rápido pero que todavía tiene poco impacto.

– La influencia en la productividad del tamaño de las empresas muestra que en la industria son las empresas más grandes las que tienden a tener una productividad más elevada, mientras que son las medianas las que tienden a tener la productividad más elevada en los servicios.

Diferencias en cuanto a las recomendaciones de política económica para mejorar la productividad

El libro coordinado por Segura, así como el de Maroto y Cuadrado, dedican un capítulo cada uno a recomendaciones de política económica para aumentar el nivel de productividad, mientras que el coordinado por Pérez García y otros se centra en la falta de competitividad de la economía española. Segura defiende la necesidad, en primer lugar, de políticas tecnológicas para que las empresas mejoren su nivel técnico, y por tanto la PT y la PTF que dependen fundamentalmente de ellas. Más aún cuando ha sido el sector público el que más esfuerzo ha realizado en este sentido en los últimos años ya que instrumenta las facilidades financieras a las empresas, y buena parte de los centros de investigación son públicos, como las universidades y las oficinas de transferencia de resultados de investigación (OTRI).

Lamentablemente, el Estado no puede cambiar mediante políticas públicas la deficiencia estructural más acusada de cara a la productividad, que es la especialización de la economía española, demasiado concentrada en actividades tradicionales intensivas en mano de obra y en empresas pequeñas y medianas. Y además existe una excesiva separación entre las actividades de investigación básica y sus aplicaciones industriales. Para ello, cree que conviene desarrollar centros tecnológicos especializados donde se lleve a cabo investigación encargada por las empresas, se ofrezcan servicios de consultoría y asesoría tecnológica, y se facilite la relación de las empresas con los centros públicos de investigación y la información sobre el acceso a las ayudas públicas. También recomienda que se haga una evaluación rigurosa de las OTRI y del sistema de desgravaciones fiscales a los gastos de I+D, del que las PYME españolas hacen muy poco uso, así como de las ayudas directas (muy complejas) que tienden a sustituir a la financiación privada que en todo caso iba a utilizar la empresa; finalmente, la política de compras públicas debe ser planificada y comunicada con mucha antelación para dar tiempo a que las empresas puedan organizarse.

En segundo lugar, es partidario de introducir mejoras en el sistema educativo para conseguir un mayor número de trabajadores de segundo grado, agilizando los sistemas de formación profesional reglada y aumentando la formación dentro de las empresas, con un mejor diseño de los contratos destinados a la formación. En cuanto a la educación universitaria un primer problema es que el gasto por alumno es un 60% inferior al de los otros países de la UE, lo que impide ofrecer una educación de mayor calidad. Además, el proceso de adaptación de Bolonia a España no va a mejorar esta situación, sino que la puede empeorar, ya que la maestría se va a poder obtener con un año menos de estudios. Finalmente, el sistema de selección del profesorado puede mejorarse desvinculando la habilitación del número de plazas existentes y evaluando los méritos de una manera más científica y objetiva.

Estima muy importante hacer una serie de reformas en el mercado de trabajo, tanto en la contratación temporal (acercándola a la indefinida, eliminando la discriminación salarial mediante negociación colectiva y acercando más los costes de despido de la indefinida a la temporal) como reformando el sistema de negociación colectiva en el que habría solamente dos niveles –el de rama, sector o nacional y el de empresa–, eliminando la negociación en cascada, congelando la ultra actividad y dando mayores incentivos a la contratación a tiempo parcial.

Finalmente, recomienda reformar los sistemas de pensiones y salud, así como evaluar mejor las políticas públicas y diseñar reformas que hagan que los organismos supervisores y reguladores tengan más independencia.

El estudio de Maroto y Cuadrado también propone una serie de políticas para mejorar la productividad española, aunque advirtiendo previamente que no existe una piedra filosofal, sino multitud de políticas privadas y públicas, y que es un proceso de muy largo plazo. En primer lugar, apoyar la innovación y difusión tecnológica, especialmente en los sectores de media y baja tecnología y en las PYME que conforman la gran mayoría del sector privado español. El programa Ingenio 2010 es muy positivo, aunque sus objetivos son muy ambiciosos, ya que espera que el gasto en I+D llegue al 2% del PIB en 2010 (ahora es del 1,5%). Pero el problema en España no es tanto el nivel y el esfuerzo del gasto público en I+D, que se ha acelerado con el programa Ingenio, como el bajo porcentaje de la inversión privada, que sólo alcanza el 48% del total frente al 65% en la UE. El programa Ingenio tiene como objetivo que llegue al 55% en 2010.

No se trata de gastar más, sino de que existan los incentivos para que haya más innovación empresarial y más productos nuevos. Los incentivos públicos fiscales actuales son utilizados sólo por el 15% de las empresas, los créditos han sido poco relevantes y las ayudas directas no han llegado a ser eficaces. Por ello, hay que mejorarlos, hay que incorporar más investigadores a las empresas o a centros especializados que formen muchas PYME para que salgan más baratos, hay que concentrar el gasto público sólo en aquellas actividades que puedan tener externalidades positivas y hay que coordinar el gasto de las comunidades autónomas.

En segundo lugar, recomienda una mayor inversión en actividades directamente productivas, ya que el 60% de la inversión está ligado a la construcción, y no a los bienes de equipo y maquinaria. Recomienda, asimismo, invertir en mayor medida en los sectores relacionados con las TIC, especialmente en aquellas ramas de la economía nacional que no estén utilizando todavía estas tecnologías, que son muchas, ya que sólo el 36% de los trabajadores españoles realizan su labor con nuevas tecnologías, lo que es uno de los porcentajes más bajos de la UE. Finalmente, recomienda intentar desarrollarlos en mayor medida dando mayores incentivos al capital riesgo y a los business angels.

En tercer lugar, hacer un mayor esfuerzo inversor en educación y formación. La inversión en conocimiento en España está muy por debajo de la media de la UE y la parte de educación es la mitad. Aunque los niveles de escolarización son aceptables (salvo los preescolares), los resultados son pobres, como demuestra el Informe PISA.

Hay que invertir más en la calidad de la educación universitaria, en mejorar la escolarización secundaria y, sobre todo, en la formación profesional, que no se adecua a las necesidades del mercado y presta poca importancia al uso de la informática, la expresión y la comunicación oral y la capacidad de trabajar bajo presión, y no se realiza en las empresas; finalmente, que los educadores en todos los niveles de la educación enseñen cómo ser emprendedor y crear empresas.

En cuarto lugar, en el mercado de trabajo recomiendan reducir el peso de la contratación laboral subiendo las cotizaciones sociales, descentralizar la negociación colectiva y, flexibilizando más su aplicación, reducir la protección a los trabajadores indefinidos, aumentar la movilidad laboral geográfica y la contratación a tiempo parcial, y dar mayor formación a los desempleados.

Finalmente, aumentar las iniciativas emprendedoras mediante la reducción de las barreras de entrada, favorecer la viabilidad de proyectos, mejorar las habilidades de la población, reducir el nivel de regulación de la economía y liberalizar en mayor medida los servicios no comerciables, para aumentar su competencia.

El libro coordinado por Francisco Pérez García y otros hace recomendaciones de carácter más estructural para mejorar tanto la baja productividad como la deteriorada competitividad de la economía española, que van indisolublemente unidas, en un momento en el que la competencia de los países emergentes es mucho mayor que en el pasado tanto por la ampliación de la UE como por la globalización, sin que puedan utilizarse devaluaciones del tipo de cambio, como antaño. España está perdiendo cuota de mercado tanto en los mercados internacionales como en su mercado doméstico.

Este deterioro competitivo no se puede arreglar ya reduciendo los costes. Sólo hay tres opciones. La primera es especializarse en la producción de bienes y servicios diferenciados de mayor calidad, tecnología, precio y margen, pero este proceso sólo se consigue a largo plazo. La segunda es deslocalizar la producción mediante la creación de filiales en países de costes más bajos y mantener el control de la empresa matriz sobre los procesos de mayor valor añadido; esta opción puede alcanzarse a medio plazo. La tercera, más a corto plazo, consiste en externalizar aquella parte de la producción de componentes y procesos en los que se es menos eficiente, o comprarlos en los mercados internacionales a menor precio.

Ahora bien, con la segunda y la tercera opciones no se consiguen los potenciales resultados positivos cuando las empresas que lo hacen están especializadas en sectores maduros y actividades de poco valor añadido, con empresas de pequeño tamaño y un empleo de reducido capital humano y tecnológico, e incluso pueden frenar su productividad a largo plazo.

Para escoger la primera opción se puede intentar aumentar el capital humano, como ha hecho España en los últimos años, pero si no se cambia la especialización, que lleva mucho más tiempo, esta última condiciona los perfiles de los puestos de trabajo, con lo que las actividades en las que se puede emplear a estos nuevos trabajadores cualificados no serían las más adecuadas para aprovechar su capacidad productiva, y dicho desajuste debilita la productividad. Por otro lado, para contratar a estos últimos, las empresas tienen que despedir o jubilar a otros trabajadores previamente contratados, escasamente cualificados y productivos, lo que, dados los costes de despido actuales, es muy caro, y mientras dicho ajuste no se realice la productividad no aumenta.

Al mejorar en estos últimos años notablemente el empleo y haberse reducido fuertemente los tipos de interés, lo que ha permitido que la economía crezca a través de la demanda interna, estos problemas no se han afrontado, salvo que se han podido hacer ajustes de plantilla en muchas empresas y mejoras en su capital humano.

La única forma de conseguir aumentar realmente la productividad es intentar llevar a cabo un cambio estructural que permita el cambio de especialización productiva. Para ello, hay que conseguir una doble reorientación de la inversión material (más bienes de equipo y maquinaria y menos cemento y ladrillos) y, sobre todo, de la inmaterial, reforzando la cualificación de los trabajadores y directivos en sus competencias tecnológicas, comerciales y de gestión.»

Véase También

  • Faltas del trabajador
  • Comité de empresa
  • Denuncia
  • Plantilla
  • Control de producción
  • Colaboración
  • Control del trabajador
  • Libros Contables
  • Expediente de regulación de empleo
  • Sistema de organización del trabajo
  • Contratas
  • Subcontratas
  • Sucesión de empresa
  • Cese de actividad
  • Reconversión industrial
  • Sanciones
  • Subcontratas

Véase También

  • Concurrencia
  • Competencia ilícita
  • Obediencia
  • Diligencia
  • Deberes del trabajador
  • Órdenes e instrucciones del empresario
  • Puesto de trabajo
  • Trabajadores
  • Trabajo
  • Contrato de trabajo
  • Empresa
  • Empresario
  • Empleo
  • Seguridad e higiene en el trabajo
  • Centro de trabajo

Véase También

  • Estatuto de los Trabajadores
  • Asociaciones sindicales
  • Embargo del salario
  • Índice de precios de consumo
  • Inembargabilidad del salario
  • Renta nacional
  • Trabajo
  • Salario
  • Gobierno
  • Coyuntura económica
  • Organizaciones sindicales
  • Estatuto de los Trabajadores
  • Asociaciones empresariales
  • Consumo

Véase También

  • Deber de paz
  • Paz laboral
  • Trabajadores
  • Trabajo
  • Empresa
  • Convenios colectivos
  • Empresario
  • Salario
  • Representantes de los trabajadores
  • Condiciones de trabajo
  • Vigencia
  • Ambito de aplicación
  • Derechos reconocidos
  • Renuncia de derechos
  • Huelga
  • Comisión paritaria
  • Cláusulas nulas

Productividad

Recursos

Véase También

  • Relación de Trabajo
  • Absentismo
  • Despido
  • Incentivos salariales
  • Primas

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