Tenente

Tenente en España en España

Aquí se ofrecen, respecto al derecho español, referencias cruzadas, comentarios y análisis sobre Tenente. [aioseo_breadcrumbs][rtbs name=»derecho-home»]

El reino de Aragón, desde mediados del siglo XI, estaba constituido tanto por la terra regis como por la honor regalis. La terra regis la formaban circunscripciones políticas diversas que, poco a poco y por procesos distintos, hablan ido a parar al rey: Aragón, Sobrarbe y Ribagorza, primero, y el reino de Zaragoza, después. La relación del rey con los habitantes de cada una de ellas era diferente, a la par que conservaron su tradicional estructura interna. La honor regalis estaba formada por circunscripciones territoriales variadas que el monarca solía entregar a los barones para que las administraran en su nombre. También integraban la honor regalis una buena cantidad de bienes aleatorios, como monasterios, iglesias, minas, salinas, molinos, tierras diversas, etc.

El rey estaba obligado a asegurar dignamente la subsistencia de sus barones, aunque en general éstos le compensaban con su ayuda militar. La manera más corriente de compensación por parte del rey era la entrega de bienes, llamados honores, que formaban parte de la descrita honor regalis. Es decir, los nobles «tenían» la tierra o, a veces, una función pública, en nombre del rey, de ahí la denominación de «tenentes».

La tenencia no era, pues, un castillo tan sólo, sino que solía comprender asimismo su territorio aledaño, en el que los tenentes actuaban como delegados políticos en sus respectivas circunscripciones, y ejercían además funciones administrativas, fiscales y judiciales. Si los monasterios, aparte su huella religiosa y cultural, habían asegurado además, en gran medida, la estabilidad socioeconómica interna de los condados en los siglos anteriores al XI —teniendo en cuenta que éstos carecían de una estructura político-administrativa suficiente—, las tenencias van a constituir la primera organización administrativa del reino.

Esta institución, surgida en el siglo XI, va a perdurar, con matices cambiantes, hasta fines del XII, momento en el que nuevos problemas precisaron soluciones distintas.

Los «tenentes» —a los que la documentación denomina también con frecuencia como seniores, tenens y tenens locum y, más raramente, presidentes, mandantes, potestades, dominans y dominatores— trataron de convertir en hereditarias las «honores», de forma que no es extraño que, incluso agotada la línea directa masculina o durante las minorías, las mujeres ejerzan una o varias tenencias a la vez. Como se ha demostrado, en realidad los tenentes del siglo XI y primera mitad del XII dieron origen al nacimiento de la primera nobleza aragonesa.

Las relaciones entre el rey y sus tenentes estaban perfectamente reguladas. Si el rey no podía revocar la tenencia a no ser por causa justa (entre ellas la infidelidad y la traición), el tenente tenía la obligación de serle fiel, prestarle consejo, servirle militarmente, defender las fortalezas encomendadas y proteger el reino. El senior, por su parte, tenía el derecho de explotar la «honor», percibiendo las rentas de la tierra y los derechos de justicia, aparte de otras muchas.

La importancia militar y defensiva de las tenencias varió, como es natural, a tenor del avance de la reconquista del territorio. Una tenencia de frontera podía pasar, con el tiempo, a ser interior. La mayor parte de los seniores tuvieron encomendadas de ambos tipos. Sin ánimo de prelación alguna y sin orden cronológico de importancia —lo cual nos llevaría a un estudio mucho más prolijo— destaquemos al menos alfabéticamente las más significativas a lo largo del período de vigencia, señalando las enraizadas tan sólo en el Aragón actual, es decir, eliminando las situadas en la Navarra de hoy, puesto que ambos territorios estuvieron bajo una misma Corona desde 1076 hasta 1134, y los «tenentes» lo eran en ambos reinos a la vez. Las tenencias más significativas fueron: Abizanda, Agüero, Alquézar, Ariza, Atarés, Ayerbe, Barbastro, Belchite, Biel, Bolea, Borja, Buil, Calatayud, Daroca Buscar voz…, Ejea Buscar voz…, Épila Buscar voz…, Estada Buscar voz…, Fuentes Buscar voz…, Huesca, Loarre Buscar voz…, Luesia Buscar voz…, Luna Buscar voz…, Monclús, Monzón Buscar voz…, Murillo de Gállego Buscar voz…, Olsón Buscar voz…, Perarrúa Buscar voz…, Pina Buscar voz…, Ricla Buscar voz…, Ruesta, Sos Buscar voz…, Tarazona Buscar voz…, Tauste Buscar voz…, Teruel, Uncastillo, Urrea Buscar voz… y Zaragoza.

La nómina de «tenentes», es inagotable, pero sus nombres apenas sí dicen nada al no especialista en la materia. Por ello, preferimos silenciarlos. Sí cabe decir, no obstante, que su estudio ha permitido reconstruir los árboles genealógicos que, a través de las dos centurias citadas, tras constituir la primera nobleza del reino, nos llevan a la época de Jaime I el Conquistador, en pleno siglo XIII. Del sistema de tenencias surgieron los Galíndez, Luna, Jiménez de Urrea , Cornel, Fortuñones, Lizana, Azagra, Eril, Azlor , Bardaxí, Calasanz, entre otros. Su importancia política, aunque de manera parcial, ha sido estudiada más o menos a través de la documentación existente; queda por determinar, en la mayoría de los casos, el poder real de estas familias, la acumulación de bienes, generalmente en forma de tierras, lo cual permitirá configurar, sin duda, el inicio o antecedentes de los señoríos aragoneses de origen nobiliario.

Fuente: Gran Enciclopedia Aragonesa

Recursos

Bibliografía

Asensio, M. C. y Cadena, R. M.: «Tenencias de la frontera navarro-aragonesa en la segunda mitad del siglo XII»; VII CHCA, Barcelona, 1962, II, 1964, 9-14.
Corona Baratech, C.: «Las tenencias en Aragón desde 1035 a 1134», EEMCA, II, 1946, pp. 379- 396.
Lacarra, J. M.ª: «Honores y tenencias en Aragón (siglo XI)»; CHE, XLV-XLVI (1967), pp. 151-190.
Ubieto Arteta Agustín: «Los tenentes en Aragón y Navarra en los siglos XI y XII», Valencia, Anubar, 1973.
Id.: «Aportación al estudio de la tenencia medieval: la mujer-tenente», EEMCA, X (1975), pp. 47-61.
Id.: «Aproximación al estudio del nacimiento de la nobleza aragonesa (siglos XI y XII): aspectos genealógicos»; Homenaje a D. José M.ª Lacarra, 2, Zaragoza, 1977, pp. 7-54.

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