Movimiento Nacional Español

Movimiento Nacional Español en España en España

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Movimiento Nacional Español

Describe la enciclopedia Rialp sobre movimiento nacional español lo siguiente:Los orígenes. El Movimiento Nacional español nació de la reacción contra los desórdenes que siguieron a la victoria electoral del Frente Popular en febrero de 1936 y contra la triple amenaza de la revolución social, de la descristianización y de la secesión de Cataluña y de las Provincias Vascongadas. La política de un gobierno centrista, soñada por Alcalá Zamora (véase esta voz en la enciclopedia), había fracasado. Los españoles se dividían en dos bandos irreconciliables: frente al deslizamiento hacia la revolución, se asistía al resurgimiento de la tendencia opuesta, enteramente decidida a devolver golpe por golpe.

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En la corriente «nacionalista» se distinguían tres grandes tendencias. Por una parte, los monárquicos, cuya doctrina no dejaba de tener afinidades con la de Maurras (v.; Renovación Española, partido nacional español); en segundo término, los tradicionalistas carlistas(v. CARLISMo, 2); finalmente, la Falange y las JONS, relacionadas en parte con la corriente autoritaria y social que, con diferencias bastante acusadas en razón de la idiosincrasia de cada pueblo, había triunfado en Italia, Portugal y Alemania. Estas minorías decididas, que se enfrentaban con los anarquistas y con los comunistas, atraían hacia ellas a los moderados católicos y a los «poseedores», de intenciones menos puras, a medida que la amenaza revolucionaria se iba precisando. Sin embargo, tales grupos no tenían fuerza suficiente para detener la revolución en marcha. Sólo el Ejército podía conseguir que la balanza se inclinara a su favor. Aun sin contar con la unanimidad en su seno, el Ejército comprendía a una mayoría de generales y oficiales hostiles a la revolución. Optaron por pasar a la acción para salvar a la España tradicional. Debido a las diferencias de doctrina, el general Sanjurjo, designado para ser el jefe de la insurrección en que principalmente colaboraba el general Mola Vidal (véase esta voz en la enciclopedia), hizo adoptar un acuerdo bastante vago: el Ejército asumiría el poder y lo conservaría mientras no se apaciguaran los ánimos y no se dieran las condiciones de un Estado estable.

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El 18 de Julio defraudó las esperanzas de un enderezamiento fácil. El Movimiento triunfó en Canarias, Marruecos, Navarra, Castilla la Vieja, Galicia, León, la mayor parte de Aragón, la Baja Andalucía y Baleares. Pero las grandes ciudades (salvo Sevilla y Zaragoza) y las provincias industriales permanecieron republicanas, mientras que las tripulaciones de la flota, que asesinaron a sus mandos, controlaron el mar y aislaron el Ejército de África. Se iniciaba una guerra de desgaste.

La organización del Movimiento. El Ejército, reducido por las trituraciones republicanas en la Península a efectivos esqueléticos, había recibido de los grupos nacionalistas el apoyo acordado. Las formaciones carlistas en Navarra y falangistas en Castilla habían dado al levantamiento un singular carácter cívico y popular de que carecieron los pronunciamientos del s. xix. Pero la muerte accidental de Sanjurjo lo dejaba sin jefe. Se estableció en Burgos una Junta presidida por el general Cabanellas e inspirada por Mola. Queipo de Llano, que se había adueñado de Sevilla merced a un golpe de audacia, ejercía el mando en Andalucía. Pero sobre todo, Franco (véase esta voz en la enciclopedia), jefe del Ejército de Marruecos, consiguió éxitos importantes en Extremadura después de franquear el estrecho de Gibraltar. De ahí que el 29 de septiembre, después de la liberación del Alcázar de Toledo, los restantes miembros de la Junta le nombraran generalísimo y jefe de Estado con plenos poderes, nombramiento que se hizo oficial y público el 1 de octubre.

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Convertido en Caudillo, Franco, al tiempo que dirigía las operaciones, se ocupó de organizar un ejército y de gobernar con la colaboración de una junta técnica. Dejó a los partidos su organización particular, sus milicias y sus jefes. Sin embargo, las ejecuciones y las encarcelamientos (José Antonio Primo de Rivera, Ramiro Ledesma Ramos, Ramiro de Maeztu, Víctoy Pradera, etc.) consiguientes al fracaso del Movimiento Nacional en Madrid y en las grandes ciudades, habían diezmado las planas mayores de estos movimientos que dirigían jefes improvisados. Mientras caían los combatientes del frente surgían en la retaguardia rivalidades y vanas intrigas. Ante ello, el 19 abr. 1937, Franco procedió a la fusión de los grupos nacionales en una sola agrupación que tomó el nombre de Falange Española Tradicionalista y de las JONS, cuya jefatura asumió. Y ello a pesar de la oposición de determinados dirigentes, como el carlista Fal Conde y elfalangista Hedilla, que hubieran querido conservar la independencia de sus grupos respectivos.

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Esta estructura se comprende en la Europa de 1937, dominada por el duelo entre el fascismo y el marxismo staliniano y donde el parlamentarismo estaba desacreditado por sus lentitudes y su impotencia para resolver las graves cuestiones económicas y políticas que se planteaban. La solución autoritaria parecía ser la más eficaz en un momento crucial en que se jugaba la suerte de la nación. En plena guerra se imponía la unidad. La camisa azul de Falange y la boina roja de los carlistas constituyeron el uniforme del Movimiento, pero su doctrina recogía íntegramente 26 de los 27 puntos de la Falange (véase esta voz en la enciclopedia). José Antonio Primo de Rivera (véase esta voz en la enciclopedia) había definido el Estado como un instrumento totalitario al servicio de la integridad de la patria, y preconizado una organización sindical, reformas atrevidas en materia de agricultura y de crédito, en tanto que en política exterior reclamaba para España un puesto preeminente en Europa y una voluntad de imperio.

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Mientras el ejército nacional conquistaba las provincias del Norte y, posteriormente, después de la dura batalla de Teruel, iniciaba la ofensiva de la primavera de 1938, que iba a aislar a Cataluña de Valencia, el Movimiento extendía su actividad a todo el frente interior. El dominio de las provincias agrícolas permitía eludir la penuria que en aquella misma época se enseñoreaba de la zona roja. Por ello, las tropas nacionales podían abastecer las poblaciones que liberaban del marxismo. No aportaban sólo pan. La propaganda nacional hablaba de Cruzada. Efectivamente, el Movimiento Nacional se hacía contra la política de laicización del Frente Popular (v. FRENTEPOPULISMO), cuyo jefe, Azaña (véase esta voz en la enciclopedia), proclamó imprudentemente que España había dejado de ser católica, mientras ciertos activistas quemaban conventos e iglesias. Los «nacionales» restablecieron en su zona los crucifijos en las escuelas, las advocaciones marianas, etc. El 1 jul. 1937, los obispos españoles, siguiendo al card. Gomá, primado de España, dirigieron a los católicos del mundo entero una carta colectiva en la que exponían el carácter de la lucha contra la revolución atea. La llegada a España, tres meses después, del nuncio, mons. Tedeschini, mostró que el Vaticano comprendía tales razones. Al año siguiente, los jesuitas, expulsados bajo la República, regresaban y reanudaban sus actividades. La Iglesia, restablecida por el Movimiento en su puesto tradicional, lo ayudaba y lo defendía frente a la opinión internacional, pero a un tiempo velaba discretamente para que una minoría seducida por el dinamismo nacionalsocialista alemán no lograra una influencia demasiado importante en el Movimiento

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Al finalizar la batalla de desgaste del Ebro, Franco desencadenó su ofensiva victoriosa en Cataluña, donde los «rojos» se defendían con la esperanza de que estallaría la guerra en Europa y de que las democracias los apoyarían contra
los fascistas españoles. El éxito de los «nacionales» provocó el derrumbamiento de la resistencia enemiga y la salida para el exilio de muchos republicanos. El parte del 1 abr. 1939 anunciaba lacónicamente: «La guerra ha terminado».

Las dificultades de la posguerra

Pero mientras la victoria se celebraba con grandes desfiles y conmemoraciones surgían las dificultades de los problemas de la paz. España había perdido casi todas sus reservas de oro enviadas a la URSS por los republicanos. Tenía cuantiosas deudas, varias ciudades estaban destruidas o damnificadas; muchos puentes rotos y el material ferroviario (existen varios acuerdos multilaterales internacionales bajo el auspicio de las Naciones Unidos en este ámbito: Convenio internacional para facilitar el paso de fronteras a pasajeros y equipajes transportados por ferrocarril, Ginebra, 10 de enero de 1952; Convenio internacional para facilitar el paso de fronteras a mercaderías transportadas por ferrocarril, Ginebra, 10 de enero de 1952; Acuerdo europeo sobre los principales ferrocarriles internacionales (AGC), Ginebra, 31 de mayo de 1985; Acuerdo sobre una red ferroviaria internacional en el Machrek árabe, Beirut, 14 de abril de 2003; Convenio sobre la facilitación de los procedimientos de cruce de fronteras para los pasajeros, el equipaje y el equipaje de carga transportados en el tráfico internacional por ferrocarril, Ginebra, 22 de febrero de 2019) gravemente disminuido. Se decía que habían muerto un millón de personas, pero según las últimas investiga-ciones de Martínez Bande, la cifra no llega a 300.000 (v. GUERRA CIVIL ESPA?OLA, 6). El descubrimiento de las checas de Barcelona, Madrid y Valencia, los relatos de «paseos» hechos por los supervivientes o por las familias de las víctimas, no favorecían la clemencia de los vencedores. Por este motivo, la ley sobre las responsabilidades políticas inició una era de rigor.

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Hubiera sido precisa una larga paz general y cuantiosos créditos para reparar los desastres de la guerra. Desgraciadamente, la crisis de Danzig ponía al descubierto la fragilidad de la paz (v. GUERRA MUNDIAL, SEGUNDA, 2). En la turbia atmósfera de Europa, Franco reorganizó al Estado permaneciendo fiel a sus principios. El gobierno del 10 de agosto, en el que los militares ocupaban un lugar importante, comprendía a representantes de los diversos matices de la coalición nacional. Serrano Suñer, que ya era ministro de la Gobernación, presidía la junta Política de Falange. Pero un militar, el general Muñoz Grandes, fue designado para ocupar la Secretaría, y en cada provincia, el gobernador civil se convirtió ipso facto en jefe provincial del Movimiento Por tanto, a diferencia de los países fascistas, en que el partido dueño del poder dominaba el Estado, era éste quien supeditaba al partido.

Movimiento Nacional Español

Describe la enciclopedia Rialp sobre movimiento nacional español lo siguiente:La Guerra mundial, que sobrevino en septiembre, iba a incrementar los problemas españoles. La falta de créditos, la dificultad para importar productos alimenticios y materias primas de los países beligerantes o de ultramar -en este último caso con la autorización de los anglosajones y en cantidad insuficiente- condenaban a España a la escasez. El impulso hacia una «España grande y libre», que había animado a los combatientes de la guerra, se debilitaba entre los menesteres sin grandeza de las tarjetas de racionamiento y del estraperlo. Ciertamente, el Gobierno desarrollaba una activa política social inspirada por el Fuero del Trabajo, redactado en 1938, a través de los sindicatos únicos (subsidio familiar, ley del descanso dominical, decreto sobre las vacaciones pagadas, construcción de viviendas de rentas módicas), pero la crisis alimenticia, como en toda Europa en aquella misma época, agudizaba las desigualdades sociales. La producción no aumentaba lo suficiente. El Estado creó entonces (25 sept. 1941), un organismo destinado a paliar el estancamiento de la industria privada, el Instituto Nacional de Industria, y, a fin de estimular la agricultura, acometió una política de colonización. Sin embargo, nada de ello podía producir frutos inmediatos.

Aspectos Adicionales

El retorno a la prosperidad dependía del rápido desenlace de la guerra. Desgraciadamente, ésta se extendía. Franco consiguió soslayar la entrada de España en una guerra para la que no estaba preparada, sin romper con sus asociados en el pacto antikomintern, entonces todopoderosos en Europa, ni tampoco con las potencias marítimas. Posteriormente, la entrada en guerra de los Estados Unidos y los fracasos alemanes en Rusia y África le determinaron a pasar de la «no beligerancia» a la neutralidad.

Aspectos Adicionales

Este lento viraje se acompañó en lo interno con la creación de las Cortes representativas (formadas por miembros designados por el jefe del Estado o que representaban a los municipios, a los sindicatos y a las corporaciones), lo cual restaba importancia al Consejo Nacional de Falange, y con medidas de clemencia, paulatinamente más amplias, en favor de los «rojos» condenados. Ello no se producía sin avivar las discusiones entre los españoles, incluso en el seno del Movimiento En 1942, Franco apartó del poder a Serrano Suñer, a quien sustituyó personalmente al frente de la Junta Política deFalange, y nombró sucesor suyo en Asuntos Exteriores, al general Gómez Jordana. No obstante, el Caudillo puntualizó que no abandonaba el nacionalsindicalismo (véase esta voz en la enciclopedia) ni su anticomunismo doctrinal. Jefe del Ejército y del Movimiento, conservaba entre sus manos los instrumentos que le permitieron resistir sin grandes esfuerzos al intento de invasión de España por los republicanos procedentes del maquis francés (septiembre de 1944) y a todos sus adversarios exteriores.

Institucionalización del régimen

La derrota de los fascismos europeos creaba una nueva situación en Europa. Franco había declarado que España colaboraría con los vencedores para edificar el nuevo equilibrio mundial. Atacado por los soviets, sus satélites y los exiliados, debía simultáneamente tranquilizar a los anglosajones. Por eso modificó parcialmente el régimen y el Movimiento Los signos externos de 1936 fueron abolidos, disueltas las milicias falangistas y el cargo de secretario-ministro quedó vacante durante mucho tiempo; no se habló más de nuevas colonias, aunque se continuó la reivindicación sobre Gibraltar. Sin embargo, Franco conservó la estructura unitaria del Movimiento Mantuvo en el Gobierno, junto a militares, monárquicos y católicos militantes, a ministros falangistas, pero la actividad de éstos se redujo a ciertos sectores (Trabajo, Vivienda). Algunos puntos de la doctrina de José Antonio, tales como la reforma agraria, se aplazaron.

Aspectos Adicionales

Abandonando toda apariencia totalitaria, España, de la que se había desterrado el régimen de partidos, se convertía en una «democracia orgánica», síntesis de la monarquía autoritaria y católica tradicional y de las estructuras del Movimiento Dos textos expusieron tales principios: el Fuero de los Españoles (17 jul. 1945) y la Ley de Sucesión a la jefatura del Estado (26 jul. 1947). El primero constituía una declaración muy general de los derechos del individuo. El segundo tenía una importancia práctica: confería el poder vitalicio al general Franco, estipulando que, después de él, el poder correspondería a un rey escogido entre alguna de las dinastías que reinaron en España, de 30 años por lo menos, católica, que aceptara las Leyes Fundamentales y que el Caudillo o, a defecto de éste, el Consejo del Reino y el Gobierno, propusieran a las Cortes, que tenía la facultad de rechazar a ese candidato y de nombrar un regente. Sometida esa Ley a referéndum popular del 6 jul. 1947, fue aprobada por una enorme mayoría. Tales fueron las nuevas bases sobre las que había de continuar el régimen surgido de la victoria franquista, llamadas entonces naci
onal.

Aspectos Adicionales

Superada la crisis, Franco pudo afrontar con más posibilidades la recuperación económica del país. Aunque la presión exterior que había contribuido a estrechar la unidad española disminuyera después del referéndum, en razón de la escisión del campo aliado y de la guerra fría, quedaban entre los vencedores de la contienda mundial recelos hacia España. No recibió los créditos del Plan Marshall que contribuyeron al resurgimiento de las democracias occidentales europeas. Su economía se resintió por ello, ya que la falta de divisas condenaba a importar con cuentagotas las máquinas y materias primas. Con sus solos recursos, España se industrializó, multiplicó los embalses, construyó nuevas fábricas y colonizó regiones desheredadas. A partir de los acuerdos hispano-americanos de 1953 y del desarrollo del turismo, que proporcionaba divisas, la situación mejoró. El comercio exterior recobró su nivel de antes de 1936; luego lo rebasó con un ritmo cada vez más rápido. Gracias a un progresivo aumento de los salarios, el nivel de vida se elevó a su vez.

La liberalización

España, que había ingresado en la ONU (1955) y en organismos internacionales, ya no necesitaba vivir replegada. La autarquía no se prestaba a la expansión económica que, como en todo Occidente, pasaba al primer plano de los objetivos de la nación. Por tanto, Franco inició una nueva fase de su régimen, llamando al gobierno a técnicos de la economía, partidarios de una mayor libertad comercial y de inversiones extranjeras en la industria española (1957), extremo éste que, en su primera fase, había evitado el régimen.

Merced a esa política, la expansión económica se desarrolló con tal pujanza que España tuvo una de las mayores tasas de crecimiento industrial del mundo. Pero el exceso de la demanda, factor de inflación, y el déficit de las balanzas comercial y pagos, forzaron a proceder a una estabilización en 1959 y a una devaluación de la peseta en 1967. Entre ambas fechas España emprendió, en 1964, el 1 Plan de Desarrollo económico y social (véase esta voz en la enciclopedia) que señalaba a la economía española un crecimiento anual del 6% en un cuatrienio. Este primer plan se continúa con un segundo, también cuatrienal, con punto de partida en 1969. No obstante, el rápido crecimiento de la renta nacional y de la renta per cápita (900 dólares en 1971) han situado a España en el umbral de los países desarrollados.

Aspectos Adicionales

Este rápido enriquecimiento no ha dejado de modificar con idéntico empuje la sociedad española. Una avalancha de jornaleros y de campesinos se ha trasladado a las ciudades industriales de España y de Europa, provocando una crisis de adaptación de la agricultura. El gran capital ha crecido, la burguesía se ha extendido, el proletariado urbano, liberado de la ley de bronce, constituye una fuerza más poderosa que antaño. Las formas de vida cambian, las nuevas generaciones se alejan de la austeridad tradicional y aspiran a gozar de la vida. Bajo la influencia del bienestar y de las ideas foráneas, ciertas capas de la población -singularmente la juventud universitaria- reclamaban más libertades, proponiendo unos el retorno al juego de los partidos, y otros liberalización y reformas de las estructuras económicas.

Aspectos Adicionales

Franco, tomando en cuenta esta evolución de las ideas y el aumento del nivel económico de los españoles, procedió a una liberalización por etapas. Trató de adaptar su régimen a la nueva sociedad, sin exponer la nación (o quizás habría que decir a si mismo) a recaer en el régimen de partidos y en las convulsiones que marcaron su historia desde 1812 hasta 1939. Los principios de la política del Movimiento expuestos en la Ley del 17 mayo 1958 siguieron siendo semejantes a los puntos de José Antonio. La familia, el municipio y el sindicato eran las células de la vida nacional y las bases de la representación del pueblo. Pero la rigidez de etapas anteriores fue suavizada. La supresión de la censura previa de prensa, la ley sobre la tolerancia religiosa, el aumento en las Cortes del número de procuradores elegidos por los cabezas de familia, la transformación del Consejo Nacional en una especie de Senado conservador de la Constitución, la elaboración de una nueva ley sindical y la creación del cargo de presidente del Consejo, reformas todas que contenía la Ley orgánica del Estado Español, de 1966, indican cómo Franco concebía el Estado monárquico que quería legar a sus sucesores (Ley orgánica del Estado, de 22 nov. 1966). Tales reformas fueron aprobadas con motivo del referéndum de 14 dic. 1966 por 18.643.161 votos en favor y 372.692 en contra. Ver: Franco Bahamonde, Francisco; Guerra Civil Española; Falange Española;

Movimiento Nacional Español en Relación a Política

En este contexto, a efectos históricos puede ser de interés lo siguiente: [1] Los orígenes. El Movimiento Nacional español nació de la reacción contra los desórdenes que siguieron a la victoria electoral del Frente Popular en febrero de 1936 y contra la triple amenaza de la revolución social, de la descristianización y de la secesión de Cataluña y de las Provincias Vascongadas. La política de un gobierno centrista, soñada por Alcalá Zamora (véase, si se desea, más sobre este último termino en la plataforma general), había fracasado. Los españoles se dividían en dos bandos irreconciliables: frente al deslizamiento hacia la revolución, se asistía al resurgimiento de la tendencia opuesta, enteramente decidida a devolver golpe por golpe.
En la corriente «nacionalista» se distinguían tres grandes tendencias. Por una parte, los monárquicos, cuya doctrina no dejaba de tener afinidades con la de Maurras (véase en la presente referencia sobre España lo siguiente: ; Renovación Española, partido nacional español); en segundo término, los tradicionalistas carlistas(véase en la presente referencia sobre España lo siguiente: CARLISMo, 2); finalmente, la Falange y las JONS, relacionadas en parte con la corriente autoritaria y social que, con diferencias bastante acusadas en razón de la idiosincrasia de cada pueblo, había triunfado en Italia, Portugal y Alemania. Estas minorías decididas, que se enfrentaban con los anarquistas y con los comunistas, atraían hacia ellas a los moderados católicos y a los «poseedores», de intenciones menos puras, a medida que la amenaza revolucionaria se iba precisando. Sin embargo, tales grupos no tenían fuerza suficiente para detener la revolución en marcha. Sólo el Ejército podía conseguir que la balanza se inclinara a su favor. Aun sin contar con la unanimidad en su seno, el Ejército comprendía a una mayoría de generales y oficiales hostiles a la revolución. Optaron por pasar a la acción para salvar a la España tradicional. Debido a las diferencias de doctrina, el general Sanjurjo, designado para ser el jefe de la insurrección en que principalmente colaboraba el general Mola Vidal (véase, si se desea, más sobre este último termino en la plataforma general), hizo adoptar un acuerdo bastante vago: el Ejército asumiría el poder y lo conservaría mientras no se apaciguaran los ánimos y no se dieran las condiciones de un Estado estable.
El 18 de Julio defraudó las esperanzas de un enderezamiento fácil. El M. triunfó en Canarias, Marruecos, Navarra, Castilla la Vieja, Galicia, León, la mayor parte de Aragón, la Baja Andalucía y Baleares. Pero las grandes ciudades (salvo Sevilla y Zaragoza) y las provincias industriales permanecieron republicanas, mientras que las tripulaciones de la flota, que asesinaron a sus mandos, controlaron el mar y aislaron el Ejército de África. Se iniciaba una guerra de desgaste.
La organización del Movimiento. El Ejército, reducido por las trituraciones republicanas en la Península a efectivos esqueléticos, había recibido de los grupos nacionalistas el apoyo acordado. Las formaciones carlistas en Navarra y falangistas en Castilla habían dado al levantamiento un singular carácter cívico y popular de que carecieron los pronunciamientos del s. xix. Pero la muerte accidental de Sanjurjo lo dejaba sin jefe. Se estableció en Burgos una Junta presidida por el general Cabanellas e inspirada por Mola. Queipo de Llano, que se había adueñado de Sevilla merced a un golpe de audacia, ejercía el mando en Andalucía. Pero sobre todo, Franco (véase, si se desea, más sobre este último termino en la plataforma general), jefe del Ejército de Marruecos, consiguió éxitos importantes en Extremadura después de franquear el estrecho de Gibraltar. De ahí que el 29 de septiembre, después de la liberación del Alcázar de Toledo, los restantes miembros de la Junta le nombraran generalísimo y jefe de Estado con plenos poderes, nombramiento que se hizo oficial y público el 1 de octubre.
Convertido en Caudillo, Franco, al tiempo que dirigía las operaciones, se ocupó de organizar un ejército y de gobernar con la colaboración de una junta técnica. Dejó a los partidos su organización particular, sus milicias y sus jefes. Sin embargo, las ejecuciones y las encarcelamientos (José Antonio Primo de Rivera, Ramiro Ledesma Ramos, Ramiro de Maeztu, Víctoy Pradera, etc.) consiguientes al fracaso del Movimiento Nacional en Madrid y en las grandes ciudades, habían diezmado las planas mayores de estos movimientos que dirigían jefes improvisados. Mientras caían los combatientes del frente surgían en la retaguardia rivalidades y vanas intrigas. Ante ello, el 19 abr. 1937, Franco procedió a la fusión de los grupos nacionales en una sola agrupación que tomó el nombre de Falange Española Tradicionalista y de las JONS, cuya jefatura asumió. Y ello a pesar de la oposición de determinados dirigentes, como el carlista Fal Conde y elfalangista Hedilla, que hubieran querido conservar la independencia de sus grupos respectivos.
Esta estructura se comprende en la Europa de 1937, dominada por el duelo entre el fascismo y el marxismo staliniano y donde el parlamentarismo estaba desacreditado por sus lentitudes y su impotencia para resolver las graves cuestiones económicas y políticas que se planteaban. La solución autoritaria parecía ser la más eficaz en un momento crucial en que se jugaba la suerte de la nación. En plena guerra se imponía la unidad. La camisa azul de Falange y la boina roja de los carlistas constituyeron el uniforme del M., pero su doctrina recogía íntegramente 26 de los 27 puntos de la Falange (véase, si se desea, más sobre este último termino en la plataforma general). José Antonio Primo de Rivera (véase, si se desea, más sobre este último termino en la plataforma general) había definido el Estado como un instrumento totalitario al servicio de la integridad de la patria, y preconizado una organización sindical, reformas atrevidas en materia de agricultura y de crédito, en tanto que en política exterior reclamaba para España un puesto preeminente en Europa y una voluntad de imperio.
Mientras el ejército nacional conquistaba las provincias del N y, posteriormente, después de la dura batalla de Teruel, iniciaba la ofensiva de la primavera de 1938, que iba a aislar a Cataluña de Valencia, el M. extendía su actividad a todo el frente interior. El dominio de las provincias agrícolas permitía eludir la penuria que en aquella misma época se enseñoreaba de la zona roja. Por ello, las tropas nacionales podían abastecer las poblaciones que liberaban del marxismo. No aportaban sólo pan. La propaganda nacional hablaba de Cruzada. Efectivamente, el Movimiento Nacional se hacía contra la política de laicización del Frente Popular (véase en la presente referencia sobre España lo siguiente: FRENTEPOPULISMO), cuyo jefe, Azaña (véase, si se desea, más sobre este último termino en la plataforma general), proclamó imprudentemente que España había dejado de ser católica, mientras ciertos activistas quemaban conventos e iglesias. Los «nacionales» restablecieron en su zona los crucifijos en las escuelas, las advocaciones marianas, etc. El 1 jul. 1937, los obispos españoles, siguiendo al card. Gomá, primado de España, dirigieron a los católicos del mundo entero una carta colectiva en la que exponían el carácter de la lucha contra la revolución atea. La llegada a España, tres meses después, del nuncio, mons. Tedeschini, mostró que el Vaticano comprendía tales razones. Al año siguiente, los jesuitas, expulsados bajo la República, regresaban y reanudaban sus actividades. La Iglesia, restablecida por el M. en su puesto tradicional, lo ayudaba y lo defendía frente a la opinión internacional, pero a un tiempo velaba discretamente para que una minoría seducida por el dinamismo nacionalsocialista alemán no lograra una influencia demasiado importante en el M.
Al finalizar la batalla de desgaste del Ebro, Franco desencadenó su ofensiva victoriosa en Cataluña, donde los «rojos» se defendían con la esperanza de que estallaría la guerra en Europa y de que las democracias los apoyarían contra los fascistas españoles. El éxito de los «nacionales» provocó el derrumbamiento de la resistencia enemiga y la salida para el exilio de muchos republicanos. El parte del 1 abr. 1939 anunciaba lacónicamente: «La guerra ha terminado».
Las dificultades de la posguerra. Pero mientras la victoria se celebraba con grandes desfiles y conmemoraciones surgían las dificultades de los problemas de la paz. España había perdido casi todas sus reservas de oro enviadas a la URSS por los republicanos. Tenía cuantiosas deudas, varias ciudades estaban destruidas o damnificadas; muchos puentes rotos y el material ferroviario gravemente disminuido. Se decía que habían muerto un millón de personas, pero según las últimas investiga-ciones de Martínez Bande, la cifra no llega a 300.000 (véase en la presente referencia sobre España lo siguiente: GUERRA CIVIL ESPAÑOLA, 6). El descubrimiento de las checas de Barcelona, Madrid y Valencia, los relatos de «paseos» hechos por los supervivientes o por las familias de las víctimas, no favorecían la clemencia de los vencedores. Por este motivo, la ley sobre las responsabilidades políticas inició una era de rigor.
Hubiera sido precisa una larga paz general y cuantiosos créditos para reparar los desastres de la guerra. Desgraciadamente, la crisis de Danzig ponía al descubierto la fragilidad de la paz (véase en la presente referencia sobre España lo siguiente: GUERRA MUNDIAL, SEGUNDA, 2). En la turbia atmósfera de Europa, Franco reorganizó al Estado permaneciendo fiel a sus principios. El gobierno del 10 de agosto, en el que los militares ocupaban un lugar importante, comprendía a representantes de los diversos matices de la coalición nacional. Serrano Suñer, que ya era ministro de la Gobernación, presidía la junta Política de Falange. Pero un militar, el general Muñoz Grandes, fue designado para ocupar la Secretaría, y en cada provincia, el gobernador civil se convirtió ipso facto en jefe provincial del M. Por tanto, a diferencia de los países fascistas, en que el partido dueño del poder dominaba el Estado, era éste quien supeditaba al partido.[rbts name=»politica»]

Recursos

Notas y Referencias

  1. Basado parcialmente en el concepto y descripción sobre movimiento nacional español en la Enciclopedia Rialp (f. autorizada), Editorial Rialp, 1991, Madrid

Véase También

Bibliografía

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Recursos

Bibliografía

v. la de Franco Bahamonde, Francisco; j. a. Primo de Rivera, Obras Completas, Madrid 1952; f. Ximénez de Sandoval, José Antonio, 2 Ed. Madrid 1949; j. m. Iribarren, el General Mola, Madrid 1945; a. Kindelán y Duany, Mis Cuadernos de Guerra, Madrid 1945; l. Romero, Tres Días de Julio, Barcelona 1967; m. García Venero, Falange en la Guerra de España: la Unificación y Hedilla, París 1967; j. a. Sancho Dávila, Salamanca y Otras Cosas, Madrid 1967; r. Scuthwork Herbert, Antifalange: Estudio Critico de Falange en la Guerra de España de Maximiano García Venero, París 1967; ?d, el Mito de la Cruzada de Franco, París 1964; Inst. de Estudios Políticos, el Nuevo Estado Español, Madrid 1963.

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