Naipes

Naipes en España en España

Aquí se ofrecen, respecto al derecho español, referencias cruzadas, comentarios y análisis sobre Naipes. [aioseo_breadcrumbs][rtbs name=»derecho-home»]

Juegos de mesa

A veces, el espacio del juego es la mesa o se enmarca en un tablero con trazados de cuadrados atravesados ​​por varias líneas, cuatro esquinas, hexágonos, círculos, espirales o cruces, con caminos y casillas que conducen hacia un centro.

Alrededor de una misma mesa de juego se reúnen jugadores de todas las edades y condiciones. «Se entablan» por «entablar» un combate con sus piezas de juego, fichas, cartas o cromos menudo con dados que marcan el número de casillas que hay que recorrer: se gana, se pierde, si es que no se queda «en tablas».

Son juegos sedentarios de reglas fijadas con una gran exactitud, y la acción se desarrolla en ese breve espacio donde se concentra un mundo. Se juega individualmente o por parejas, dos o más jugadores, según los juegos; en algunos, el reto es en solitario. Los hay que son de puro entretenimiento, otros que son de competición, otros son de apuesta. Los hay que son «juegos de pocas mesas», es decir, que se resuelven sin gran dificultad. Otros que se viven como un reto, en el que el ganar o el perder son decisivos: la estrategia, la inteligencia, la astucia, la intuición, la suerte, el azar tienen un papel importante. La adicción al juego, el «vicio» de jugar, comúnmente a cartas, ha marcado el vivir de muchas personas, hasta el punto de apostar lo que fuera, hasta de «dar el alma al diablo», para ganar una partida.

Los juegos de mesa tienen muchas similitudes entre sí, a pesar de la lejanía en el espacio y en el tiempo. Se podría decir que forman parte de una cultura común y diversa, universal y ampliamente compartida. En pinturas murales del antiguo Egipto se ve representado el juego de la morra, en el que dos jugadores sentados en el suelo pican con la mano derecha y cuentan los puntos con la izquierda, y en un papiro del año 1200 aC se muestra la escena humorística de un león y un chivo jugando ante un tablero con piezas similares a los peones del juego de ajedrez. En un vaso etrusco, Ajax y Aquiles, entre dos combates de la guerra de Troya, compiten ante un tablero. De entre los grafitis que dejaron los soldados romanos durante su ocupación de Jerusalén está el diagrama de un tablero similar al del juego de damas en las losas de la torre Antonia. Y, al excavar la Barcino romana, se encontró una losa con el trazado del juego del tres en raya. Son juegos que han superado la prueba del tiempo.

Muchos tableros han resultado efímeros, a menudo trazados en el suelo, en la arena; otros se han conservado grabados sobre una losa, en un poyo. En cambio, los tableros con los que jugaban los nobles solían estar hechos de maderas preciosas, de ébano, de lapislázuli, de cerámica, con notables trabajos de marquetería, como un tablero de sen, encontrado en la tumba de Tutankamón, del siglo XIV aC.

La tabula era un juego romano, similar a las damas, según RC Bell; de ahí que fuera conocido en la Edad Media con el nombre de juego de tablas. Tablas , la llama el rey castellano Alfonso X el Sabio, en el Libro de ajedrez, dados y tablas , en el que recoge los juegos y pasatiempos medievales más relevantes, apropiados, cada uno, » a his time y Lugar » y pensados » para procurar alegría «. Joan Coromines testimonia la presencia del juego llamado de mesas en la Cataluña del siglo XIII, no tan criticado, por cierto, como el de dados: «Nadie ose jugar en juego de dados, exceptuado el de tablas, en torno a la ciudad de Perpiñán una legua. »

La tradición de los juegos de mesa o de tablero es bien remota. Por un lado, es herencia de los romanos, en el caso del marrón, los ositos y los dados. Por otro, del oriente, a través de los árabes, que hicieron de puente entre culturas, no sólo en el campo de las ciencias y las técnicas, sino también en el de los juegos. China, India y Persia también nos han legado juegos de tablero tan extraordinarios como el ajedrez, el Alquerque, el parchís y el dominó, etc. La rica tradición lúdica de la Europa medieval se desarrolla abundantemente en el Renacimiento. Rabelais, a Gargantua y Pantagruel -burlant un poco del lector, según su concepto, huizinguià avant la lettre, Que «el propio del hombre es la risa» – enumera innumerables juegos -difícil, ciertamente, de identificar, pero no menos reales- a que juega el gigante medieval Gargantua, en este contexto chistoso:

«… todo masticando torpemente una serie de gracias, se lavaba las manos con vino fresco, escurre los dientes con un pie de cerdo y hablaba alegremente con su gente. Luego, con el tapete extendido, hacían extendida de fuerza cartas, fuerza dados y copia de tableros. Allí jugaba: el flujo, a la primera, a la bola, a robar, a triunfo, a tindaurell… (y así hasta doscientos dieciséis). »

«Después de haber bien jugado, cribado, pasado y Barutell el tiempo, convenía beber un poquito -once porrones para hombre-, y justo después de haber banquetejat, tocaba tumbarse sobre un buen banco o en pleno cama y dormir dos o tres horas, sin pensar mal ni hablar mal. »

El Renacimiento italiano también aportó juegos interesantes, como el de la oca y el lotto o lotería. Siglos más tarde, el colonialismo británico y el francés contribuyeron a introducir ciertos juegos de mesa, como el parchís y el backgammon. Esta aportación de juegos de otras tradiciones que enriquecen el patrimonio lúdico catalán continúa en la actualidad con juegos de tablero tradicionales del África negra, como el aualé , proveniente de Costa de Marfil, que se practica en centros de enseñanza secundario del Maresme, y también el ba awa , practicado, en el mismo país, por mujeres y niños. Por otra parte, los inmigrantes de cultura china practican el mah-jongg -es decir, ‘del pardal’- que a comienzos del siglo XX se había introducido, como una moda francesa, esporádicamente, en sectores minoritarios de la burguesía catalana por su carácter exótico.

Los ambientes tradicionales de los juegos de mesa en Cataluña practicados por hombres han sido y son todavía la taberna, el café, el ateneo y el casino, y también, actualmente, el hogar de ancianos. Allí uno se encuentra con su grupo de jugadores, en la misma mesa, dispuestos a jugar al juego habitual: a cartas -al tute, la morcilla o la manilla, al subastado, al tresillo, el canario, el truco, etc. -, con el tapete verde, o al dominó, rozando las piezas sobre el tablero de mármol, removiendo las y repicando-a cada tirada.

Otros juegos de mesa, especialmente los que suelen practicar las mujeres y los niños, juegos de entretenimiento, sin apuesta, y en los que no hay que concentrarse mucho, que se juegan en casa, y también, habitualmente, en centros de ancianos, suelen ser juegos de cartas como la bescambrilla, la madriguera, el mono, el burro, el siete y medio, etc., o bien juegos de tablero, como el quinto o la lotería, la oca, el parchís o las damas. Ya lo dice el refranero:

El siete y medio y la bescambrilla,
juegos de faldas.
El cae y el siete y medio son juegos de mujeres.

Autor: cat.

La cultura de los naipes

Se ha dicho que los naipes fueron introducidos en Occidente, como el ajedrez, por los árabes. Lo sugiere el hecho de que se llamen naipes en catalán y en occitano, naipe en castellano y naib en italiano, una palabra que podría derivar del árabe nabí , es decir, ‘profeta’, lo que apunta su uso como objetos de adivinación, o también lugarteniente. Sin embargo, J. Coromines dice que el problema etimológico topa con graves dificultades, ya que todavía no se ha aclarado si las cartas son una invención oriental o europea.

Los naipes ya se encuentran documentados en Cataluña a finales del siglo XIV. En un inventario de 1380 se dice: » Ludus de naipes quien sunt 44 especie » (piezas). Y, en otro de 1460, se citan los «Jochen de nayps planos (catalanes)» como opuestos a «otras Jochen Moreschi». Y en el Tirant lo Blanc se dice que «la princesa estaba jugando con la viuda a nayps».

En cambio, las primeras referencias de juegos de cartas en China y Japón son inciertas, y las ciertas no son anteriores a los siglos XVII y XVIII. En los países islámicos, los testigos tampoco son seguros hasta el final del siglo XVII. Nombres turcos como oria , Kupa y Espada -oros, copas, espadas- revelan el origen español de este juego, así como el hecho de que en árabe marroquí y argelino denominen Kart.

Llama la atención, en un bando de Barcelona de 1378, la prohibición del «Joch de dados ni de tablas ni de naipes», también condenados en decretos reales, como juego de apuestas: «Entre el juego de cartas o nayps sie perpetuamente prohibido el juego de la cartilla. «la Iglesia había sermonea contra estos tildándolos de invención del demonio. De ahí el refrán:

«Cuando el demonio quiere hacer daño, juega a las cartas.»

Coromines indica, en relación con la historia de las cartas de juego, que durante el siglo XIV había un primitivo juego de cartas, llamado Tarocco en italiano, tarot francés, usado principalmente para adivinación. Consistía en 22 cartas con ilustraciones que representaban elementos naturales y diversos conceptos; su en todo más pequeño y que vencía todas las cartas era llamado matto en italiano, fool en inglés, fue en francés (más antiguamente bache) y loco en catalán, y también -derivado del francés- bajo , es decir, inicio, loco; y parece que Tarocco (como el catalán tarota o el castellano tarugo) Podía tener un sentido similar. De ahí que el catalán naipes podría ser un préstamo del francés naïf , también inicio.

Más tarde, el juego del tarot fue combinado con otro de 56 cartas consistente en series o cuellos. De ahí se formó el juego moderno, basado en el azar. Su aparición se debe situar hacia el 1370: un documento florentino de 1376 califica de » Novello » » il giuco di naib «. En Francia es citado en un bando de 1397 que prohíbe de jugar, pero no aún en un de 1369. En Castilla, la documentación segura de naipe es del año 1400. «Entre todos estos países -dice Coromines- llama la atención la documentación de la palabra en Cataluña por su abundancia y anterioridad (1.371), y notamos también que, según unos documentos de 1442 a 1468 y otros, este país era un centro importante de fabricación de juegos de cartas. »
El imaginario popular, sin embargo, es más generoso a la hora de averiguar cuál es su origen. Joan Amades, en el libro Naipes o cartas, Recoge que un hostelero barcelonés del siglo XV que se llamaba Juan Vila quiso hacerse rico a costa del dinero de sus clientes. Por eso inventó los naipes y enseñaba juegos en los que él mismo hacía de banquero y los otros jugadores debían hacer sus apuestas. La codicia, sin embargo, pudo más que él y acabó fabricando una máquina de hacer moneda falsa en la bodega del hostal. Tanta en esparció que las autoridades lo descubrieron y lo colgaron. Amades también explica como las espadas provenían de los clientes caballeros y los bastos de los plebeyos, mientras que las copas y los oros derivan del vino y del dinero del hostal, y relaciona el nombre de «pelea» con las peleas que se producían al hostal por causa del juego. Otros intentos de explicación de los cuellos hacen referencia a los cuatro estamentos de la sociedad medieval: los nobles, las espadas; los bastos, los campesinos; los oros, los mercaderes, y las copas o cálices, la clerecía.

Además de juegos de azar, los naipes se utilizan habitualmente en los juegos de manos como una exhibición de prestidigitación. La tradición -que recoge Joan Amades- también atribuye al popular Rector de Vallfogona la utilización de las cartas como método catequístico. Con una pelea iba a enseñar doctrina a las tabernas, los que no tenían por costumbre pisar la iglesia: El rey de copas era Jesús con el cáliz; el de bastos, Herodes; el de espadas, Pilato, y el de oros, Anás con los treinta dinero con el que pagó Judas el traidor. Los cuatro caballos eran los evangelistas, La debajo de espadas, San Pedro con el cuchillo; la de oros, Judas, etc. El as de copas, el cáliz; el de oros, la hostia. El tres de oros, la Santísima Trinidad; el tres de espadas, los tres clavos; el siete de espadas, los siete dolores de la Virgen, etc.

El refranero incluye dichas, dicterios y valoraciones de todo tipo sobre el juego de cartas. En primer lugar, los que se presentan como consejos -e incluso como axiomes- para jugar con acierto:

De manilla no saldrás
si no tienes el rey o el as (a la morcilla o la manilla).
Albur de rey y seis, no lo juegues (al juego del monte).
Fuera el rey, el as y la puta (bajo),
todo lo de más, matute.

Jugar a cartas lleva una carga moral muy fuerte en las costumbres popular, más allá del simple entretenimiento o de la pura competición. Su carácter de juego de azar o de suertes extiende a las apuestas, que pueden ir de pequeñas cantidades de dinero de bolsillo a grandes sumas, a jugarse la hacienda y los bienes, y hasta la propia vida, o la ajena. Aquello de «jugarse todo por el todo», «a la carta más alta», donde la desazón de la apuesta suplanta totalmente lo que pudiera haber de lúdico. De ahí la connotación de vicio – «los tres vicios de los hombres: el jugar, el beber y las mujeres» – en la moral popular tradicional. De ahí la advertencia femenina ante un hombre abocado al juego:

Jugador?
por marido no lo quiero yo.

Lo que se consideraba vicio hoy es llamado ludopatía: no es un síndrome reciente. Hay que decir que era exclusivo de los hombres.

Artur Bladé así lo destaca cuando habla de la modalidad del juego del monte.

«Como juego de azar y de mala reputación, el monte era prohibido por la ley; pero los cafeteros, a pesar de la responsabilidad que contraían, se arriesgaban, engolosinados por las ganancias, ya que, por regla general, tenían participación en bancas, o sea con los cortadores las que, a la larga, ganaban necesariamente gracias a lo lleva, tipo de importe de un veinte y cinco por ciento que el banquero-pagador deducía del importe de las apuestas cuando los apostadores (dedos también puntos) acertaban, por lo pronto, la buena carta. Durante las fiestas mayores, en todos los pueblos de la Ribera de Ebro, a su vez, se hacían partidas formidables, con bancas de 200 duros, para empezar. Fueron muchos los que llegaron a vivir del juego, es decir, a vivir costillas de los puntos obsesionados. La tabla del monte debia tener un hechizo y un atractivo maléficos.

«Para jugar al monte, todos los cafés tenían una sala reservada, llamada la sala del crimen, lo contaba dos puertas por razones plausibles. A fin de evitar sorpresas con la guardia civil los cortadores tenían un servicio de espionaje con todas las de la ley, que montaba la guardia en lugares estratégicos y daba la alerta en el momento de ver los tricornios […]. »

La paremiología expresa bien agudamente todo lo que el juego de cartas -el juego, en suma, en el léxico popular- conlleva y significa. El azar, la astrugància, la buena o mala suerte:

Carta jugada,
suerte echada.
La suerte y la desgracia
vienen de una carta.
Quien gana primero,
se estrangula último.

Si bien es cierto que «hace mucho jugar cuando se gana» y que «todo buen jugador debe saber perder», hay que reconocer que hay buenos y malos jugadores, ya que, además del azar, cuenta la astucia , la experiencia, la visión de la jugada, el temperamento, el atrevimiento, el control de uno mismo:

Al buen jugador, las cartas le juegan solas.
El buen jugador
conoce las cartas por el olor.

Pero el carácter del jugador de cartas suele endurecerse por los golpes que da la suerte y la desgracia, y por la dependencia. Como si un vicio en llamara otro:

La manilla, bien llamada,
bien bebida y bien renegada.
El buen jugador,
fumador y bebedor.

Pero también se ha dicho que el juego de cartas es como si contuviera una filosofía del vivir:

En el juego, todo el mundo es igual.
De ahí que:

Con quién tengas que mandar,
no te pongas a jugar.
O jugamos todos o romper la baraja.

Debido a esta metáfora del juego, a menudo se ve la vida como un reto en el que uno juega o es jugado; como una partida de cartas entre el hombre y el Diablo, o entre el hombre y la Muerte, a veces, contando con la ayuda de algún santo o de la Virgen, o sin ayuda sobrenatural, existencialmente sol.

En el rondallas -y en Los pastorets- se dan casos de estos: el chico consigue ganar al Demonio por mano, con picardía, o bien con buenas cartas, ayudado por el Ángel de la Guarda. Por eso también las cartas predicen la suerte y el hado: las tiradoras de cartas -a menudo con la pelea del tarot- se jactan de adivinarlo.

Un mítico jugador contra el Demonio era, según la tradición, San Antonio Abad, ermitaño del desierto de la Tebaida; entre uno y otro se hacían mil apuestas y el Demonio siempre acababa perdiendo:

San Antonio y el Demonio
jugaban al treinta y uno;
el Demonio hacía treinta
y San Antonio treinta y uno.

Hay días en que no es bueno jugar a las cartas. El viernes es un -una abstinencia más-, seguramente a partir de la prohibición de jugar en Viernes Santo, cuando los soldados se jugaron la túnica de Jesús. Se creía que el Diablo cambiaba la pelea buena para una de endemoniada, fabricada al Infierno, en la que dominaba el color rojo: estos naipes provocaban riñas entre los jugadores y desbaratar el juego.

El repertorio catalán de juegos con naipes es bastante variado. Basta un vistazo a los programas de fiesta mayor de muchos pueblos para darse cuenta de la actualidad del interés por este tipo de juegos en la cultura popular. Entre los juegos más practicados están los siguientes:

la morcilla
Considerado el juego de cartas nacional, normalmente participan cuatro jugadores que juegan por parejas, aunque hay otras modalidades, como la practicada por dos jugadores, llamada «de rector y vicario», que se jugaba en círculos clericales para no tener que pisar la taberna. Y la barrotada, en cuyo caso juegan cuatro, pero cada uno por su cuenta. En la modalidad de parejas los jugadores no pueden hablar entre ellos, ni hacerse señales. Toda la información es sobre la mesa con los naipes que se acaban de lanzar. Por eso dice el dicho que «la morcilla la inventaron cuatro mudos».
la manilla
Este juego es muy parecido a la morcilla: de hecho, esta es un tipo de manilla nacida en el Rosellón, donde actualmente se juega con una baraja francesa de 32 cartas, en lugar de la catalana de 48.

El tuti.
El nombre viene del italiano tutti , es decir, ‘todos’, porque quien reúne los cuatro reyes o los cuatro caballos gana. En cada ronda, una carta a la suerte señala cuál cuello manda, llamado en todo o triunfo. Cuando un jugador consigue tener en mano un rey y un caballo de un mismo palo puede cantar las veinte, y tiene 20 puntos; y si son de triunfo, las cuarenta. El refranero dice que «el tute, juego de pícaro».

Hay diferentes modalidades: el americano, el inglés, el subastado o arrastrado. También se puede contar el guiñote, o tuti aragonés, un juego considerado impropio de jugadores fuertes: «el guiñote es de poco juego».

la bescambrilla
Conocida también como la escambrilla, las Cabrillo o la brisca, es de la familia del tute, pero sin cantar veinte ni cuarenta. Se puede jugar individualmente o por parejas.

Bladé describe el juego de la brisca de la siguiente manera:

«En la brisca intervienen ocho jugadores, cuatro contra cuatro. Cada bando tiene un dirigente, tipo de comandante encargado de indicar a sus aliados la carta que, para ir bien, hay que tiren. A tal efecto, como es lógico, debe saber previamente las cartas que los compañeros guardan en sus manos. De ahí que la brisca comporte un sistema de signos tradicionalmente convenidos o de señales que los jugadores se inventan a medida que transcurre la partida […].

«Convencionalmente, a la brisca, las ojeadas significan el as del palo bueno. Un pase subrepticia de la mano por la nuez (signo posiblemente antimonárquico) indica el rey. Tres dedos colocados de una cierta manera significan el caballo, dos dedos la bajo. Las encogidas de hombro significan ochos y nueves y cartas que no ligan. Sin embargo, es repitámoslo, no fiarse demasiado, porque son frecuentes las falsas, es decir, las fintas y engaños encaminadas a confundir oa despistar a los enemigos.

«Es un juego, pues, ceñudo y callado, agricultor por excelencia. Otro de sus rituales consiste en pinchar la carta que acaba de ser robada del montón, con una morosidad estudiada […].

«A menudo, los briscaires de la buena época se usaban un calmante, denominación que, de acuerdo con la yacía del juego, resulta jocosa, irónica […].

«La brisca, al igual que todos los juegos, tenía su vaivén. Había temporadas en que todo el mundo jugaba, aun a los cafés. Después pasaba de moda y no retornaba hasta después de siete u ocho meses. Algunos, sin embargo, no quisieron jugar más porque, según ellos, era juego… de taberna. »

el truco
Es un juego de hombres de origen árabe mucho más practicado en la Cataluña meridional y en Valencia. Juegan cuatro personas, normalmente por parejas, con una baraja de veintidós dos cartas. En la misma partida hay dos juegos diferentes, el envite y el truco. Según Amades, el nombre le viene de la costumbre de picar con la mano o el puño sobre la mesa.

el tresillo
También es conocido como la tresillo o el «juego noble», ya que es imposible hacer trampa. Aunque es de cuatro personas, cada basa sólo hay juegan tres y el cuarto reparte las cartas y paga (por eso en algunos lugares a este cuarto jugador se le llama el alcalde). Es un juego bastante complejo. La carta que vale más es el as de espadas. Hay un dicho que aconseja el que conviene tener: «Oros pocos, espadas las más altas, copas bien pocas y bastones a trompons.» También hay una modalidad de dos jugadores, llamado dosillo o tresillo , «de rector y vicario».

el cae
Es un juego sencillo, y esto ha dado pie a la historia que lo inventó San Vicente, para convertir jugadores y gente de taberna: de ahí que se crea que es el único juego de cartas que practican los santos en el cielo. La máxima suerte, tras cae y de recae, se llama San Vicente.

el seisillo
También conocido como el cinquet, es un juego muy sencillo en el que los jugadores deben descartar haciendo escalas a partir del seis o del cinco.

la pandorga
También conocido con el nombre de marronga, es un juego de siete jugadores, habitualmente mujeres. Se juega con una baraja de veintidós ocho cartas (sin caballos ni reyes y sólo con dos sets y dos sotas). Hay que ir dejando cartas correlativas sobre la mesa. El as de oros es conocido como la pandorga y el jugador que lo tiene le puede dar el valor que le convenga.

la mona
Por su simplicidad, es un juego propio de niños. En la pelea se le quitan una o tres cartas del mismo valor, generalmente sotes, para que otra del mismo valor quede desparejados: cada jugador se descartando emparejando cartas del mismo valor. El jugador que se quede con la desparejados en la mano pierde la partida.

otros juegos
Además de estos juegos tradicionales, existen otros como el siete y medio, el remigio -de la familia de los rummy- , el mus, el póquer, el bridge , la canasta, etc. provenientes de otras culturas, pero también practicados en diferentes sectores de la sociedad catalana actual.

Autor: cat.

Naipes: Antecedentes Histórico-Legislativos

Está disponible toda la legislación promulgada en España, en su texto original, en la recopilación legislativa histórica de la plataforma sobre leyes españolas.

Manufacturas en la Legislación Histórica de España

Para una aproximación histórica, y en relación con Fábricas y Manufacturas en la legislación histórica, véase también las entradas publicadas sobre Manufacturas en esta enciclopedia jurídica española.

Contexto histórico de Naipes

Véase información, asimismo, sobre la evolución de la legislación y las iniciativas regulatorias que han afectado a Naipes a lo largo de la historia española.
Naipes

Recursos

Bibliografía

  • Naipes en el Diccionario de Legislación Histórica, de Salvador Trinxet Llorca
  • Ley hipotecaria, comentada y explicada, concordada con las leyes y códigos extranjeros, comparada con las disposiciones de la legislación española, que han servido de precedente para redactarla… precedida de una introducción histórica y de la exposición de sus motivos y fundamentos; y seguida del reglamento para su ejecución, etc. (y de un Diccionario completo de la nueva legislación, etc.) (1861), de Jose_ María Pantoja y Antonio M. Lloret
  • Naipes en el Manual de Historia del Derecho Español, de Francisco Tomás y Valiente (Editorial Tecnos; 2012)
  • Ensayo histórico crítico sobre la legislación de Navarra, de Jose María de Zuaznavar

Véase También

  • Economía
  • Fábricas
  • Manufacturas
  • Manufacturas

Deja un comentario