Rentas Ordinarias de la Hacienda Castellana

Rentas Ordinarias de la Hacienda Castellana en España en España

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Hacienda española Hacienda Moderna Rentas ordinarias de la Hacienda Castellana (Historia)

La monarquía disponía en primer lugar de las llamadas rentas ordinarias, compuestas por la alcabala (tasa sobre las transacciones), los derechos de aduanas (ver su definición; pero esencialmente es una oficina pública encargada del registro de los bienes importados o exportados y del cobro de los tributos correspondientes; ver despacho de aduana y Organización Mundial de Aduanas) —interiores y exteriores—, el almojarifazgo de Indias (sobre el comercio con América), el servicio y montazgo (tributo sobre los ganados trashumantes), las rentas de la seda de Granada, y los monopolios de las minas, las salinas, el tabaco, el papel sellado y otros similares. Las necesidades crecientes de dinero convirtieron en ordinarios los impuestos inicialmente extraordinarios. Así, el servicio (típico impuesto directo), votado en Cortes como subsidio temporal en casos excepcionales, se transformó en tributo regular a partir de 1525 y su cuantía no dejó de aumentar. Desde 1590, Felipe II impuso el servicio de «millones», recaudado en millones de ducados, que gravaba los alimentos básicos (carne, vino, vinagre y aceite). Los tributos de origen eclesiástico suponían un capítulo importante: la Bula de Cruzada, las tercias reales (dos novenos del diezmo), el subsidio eclesiástico y el excusado (diezmo de la propiedad más valiosa de cada parroquia, 1567). Asimismo, de las Indias se percibían diversas contribuciones, en especial el quinto de todas las remesas de metales preciosos.[1]

La Hacienda castellana en el siglo XVI

El esfuerzo fiscal que tuvo que hacer la Hacienda castellana a partir de la segunda mitad del siglo XVI y el mantenimiento de la Monarquía Hispánica es patente. Ya con el emperador Carlos V los prestamos realizados fueron numerosos, aunque estos no solo fueron utilizados no solo por el rey en Castilla, sino en toda Europa. Como es el caso de Alemania donde recurrió a los Fugger o a los Welser entre otros, pasando después a los banqueros genoveses. Todos estos préstamos se apoyaban en la Hacienda castellana suponiéndole una fuerte presión fiscal. A la cual, se le ha culpado a lo largo de la historiografía de ser el responsable del hundimiento económico castellano. Pero se debe diferenciar entre la Hacienda castellana y la economía del país, como señala García Sanz, donde además, dentro de las propias rentas hay que distinguir entre las rentas ordinarias y las rentas extraordinarias.

Las primeras, procedían en su mayor parte de los impuestos indirectos, las alcabalas, las tercias reales de los diezmos, aranceles y regalías, donde nos encontramos la alcabala petrificada desde 1536. Todo esto no suponía un gran esfuerzo pero explica como la deuda siendo en 1528 el 36´6 por 100 y en 1556 el 68 por 100 , aumentando posteriormente.

A todo esto debían sumarse las rentas extraordinarias, en las que se apoyaba la deuda flotante, la cual se creaba para devolver los préstamos en un corto periodo de tiempo con banqueros extranjeros, siendo estos muchos mayores al final del reinado que en su inicio. Todo esto conllevo en ciertos momentos protestas populares e incluso reflexiones de un joven príncipe a su padre.

Aun así cabe destacar que no eran los únicos servicios ya que nos encontramos además con las remensas de las indias, las rentas de las dehesas de los maestrazgos de las Órdenes Militares y el subsidio eclesiástico, cuya suma de todo ascendía a 450 millones de maravedíes. Toda esta alta fiscalidad conllevó a que la Hacienda castellana se encontrara siempre en déficit, aunque respecto al paso este se mantuviera bien, dando su decadencia posteriormente. Pero si cabe destacar que había consecuencias que afectaron directamente a la evolución de su economía ya que acabo con la base de su crecimiento debido en primer lugar, al rentismo que se imponía fuertemente en la sociedad castellana con la deuda consolidada y los juros, donde las dos terceras partes de la Hacienda iban a pagar los intereses de los mismos. Esto restaba inversión en gastos militares que eran la designación en teoría para tales ingresos.

Aunque también cabe destacar que cada vez más capitales privados se ponían bajo la protección de la Hacienda en vez de realizarse cualquier inversión en un negocio productivo, quedando por tanto la circulación y el crecimiento monetario estancado, siendo el inicio de la que después sería la consolidación de este estancamiento con Felipe II.

En segundo lugar, nos encontramos con el control de las exportaciones, realizado sobre todo por extranjeros, ya que la legislación castellana prohibía la exportación de metales a no ser de contar con el permiso de la Corona. Por ello se tuvo que dar mayores concesiones en mercancías y materias primas. Los mercaderes españoles hacían así de intermediarios con los banqueros extranjeros quienes vendiendo en Europa el oro y la plata prestados en los asientos. Pero esto debilitaba el mercado interior castellano, con poca oferta que llevaba a la subida de precios debido a la demanda.

Las cortes Castellanas para evitarlo en 1552 prohibió las exportaciones para estimular las importaciones y facilitar la adquisición del consumidor, pero al ser una política antimercantilista, doctrina vigente de la época se suspendió a los pocos años. Esto erosiono la economía castellana ya que la moneda debido a la afluencia perdió valor. Pero además las producciones castellanas fueron menguando y aunque se trato de poner solución mediante la defensa de la producción nacional y las materias primas en 1558 esta no se logró.

Fuente: Blog de la asignatura Historia Económica de la Edad Moderna. Universidad Complutense, Dpto. de Historia Moderna (A).

Recursos

Notas y Referencias

  1. Información sobre hacienda española hacienda moderna rentas ordinarias de la hacienda castellana de la Enciclopedia Encarta

Véase También

Bibliografía

THOMAS, H. El Imperio español de Carlos V. Ediciones Planeta, S. A. 2010, Barcelona
BELENGUER, E. El Imperio de Carlos V: las coronas y sus territorios. Ediciones Península, S.A. 2002, Barcelona

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