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Revueltas campesinas en el Medieveo

No tenemos noticias de levantamientos campesinos antes del siglo XV; sólo cuando en el medio rural la condición social de los vasallos de señorío llegó a ser difícil y dura por las intransigencias del régimen señorial se advierten las primeras convulsiones antiseñoriales en Aragón.

Así se puede considerar como alteración seria del orden rural el levantamiento de los vasallos de don Manuel de Ariño (señor de Maella, Calaceite, Fabara y Arcos) en 1439. Hasta entonces el encarecimiento de la vida o las malas condiciones de los campesinos provocaron protestas o manifestaciones verbales trasladadas por escrito a la corte a través de los representantes y autoridades del país, pero nunca la gravedad de los hechos llegó a tal extremo como en esta ocasión. La revuelta de los vasallos del señor de Ariño obligó a confabularse a los nobles aragoneses en la causa común de la defensa de sus intereses señoriales, olvidando incluso sus viejas rencillas feudales o familiares.

La situación, desde luego, no fue para menos, pues los levantiscos llegaron a amenazar el castillo de Maella, en el que se habían refugiado los familiares del titular del señorío, y se hicieron fuertes en Mazaleón, amenazando la seguridad de aquel territorio. Finalmente, y tras varias escaramuzas, las fuerzas señoriales controlaron la situación y con el consentimiento real iniciaron una dura represión contra los provocadores. Precisamente la nobleza señorial aragonesa encontró en este episodio violento la razón fundamental para estrechar aún más los lazos de dependencia feudales de sus vasallos, ya que la actuación de los poderosos en ayuda del señor de Maella representaba en realidad la defensa de unos intereses comunes representados en esta ocasión por los de Manuel de Ariño, pero que podían ser válidos para cualquiera de los barones de la tierra.

El mismo Justicia de Aragón se había puesto a la cabeza de las tropas reales llegadas a Maella para colaborar con la nobleza en la represión del levantamiento, lo que indica por una parte la gravedad de la situación y por otra la incapacidad por parte del «juez de contrafuero» de intervenir en favor de los vasallos de señorío frente a los abusos de poder de sus señores.

A lo largo del siglo XV hubo algunas otras manifestaciones violentas que no alcanzaron la seriedad de la de Maella, donde, tras los acontecimientos vividos, la tiranía de don Manuel de Ariño obligaría a sus habitantes en 1443 a solicitar al monarca que comprara el señorío para quedar incluido en el realengo e incorporado al patrimonio real, aludiendo a la mejor condición mantenida cuando pertenecieron a la orden de Calatrava primero y al padre del actual señor don Francisco de Ariño. Pero todas estas manifestaciones quedaron abortadas y fueron utilizadas por los señores para sujetar a los siervos a la gleba en condiciones más difíciles con la garantía legal de los Fueros del reino y el respaldo de las autoridades del país, frente a la indiferencia del resto de la población y de las propias Cortes parlamentarias, que hasta 1626 no se manifestaron en favor de la liberalización de la condición servil. Todavía en 1515, las Cortes de Calatayud permitían que los nobles condicionaran la aprobación de un subsidio especial —solicitado por el rey a las Cortes— a la devolución por parte del monarca de ciertos privilegios obtenidos de nuevo sobre sus vasallos.

Otras revueltas campesinas que conocemos fueron la de los vasallos del monasterio cisterciense de Piedra, que atacaron las dependencias monacales agrediendo a lanzadas a varios monjes en 1444, así como los levantamientos surgidos en Ariza, La Almunia, Alquézar, Tamarite, Borja o Magallón a fines de la Edad Media; sobresaliendo el primero de ellos por obligar a la intervención real después de que su señor, Guillén de Palafox se viera sitiado en su propio castillo, o el caso de los campesinos de Monclús que permanecieron en rebeldía durante diez años (1507-1517).

Fuente: Gran Enciclopedia Aragonesa

Recursos

Bibliografía

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