Confederación Española de Derechas Autónomas

Confederación Española de Derechas Autónomas, CEDA (Partido Político) en España en España

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Nota: sobre otros Partidos Políticos, véase aquí.

Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA) (Historia)

Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), partido político hegemónico de la derecha española durante buena parte de la existencia de la II República, fundado en 1933 y disuelto definitivamente cuatro años más tarde, durante la Guerra Civil.

Creación de la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA)

La CEDA fue constituida en Madrid en los últimos días de febrero y primeros de marzo de 1933, mediante un congreso celebrado desde el 27 del primer mes citado hasta el día 3 del siguiente. Integró a diversas organizaciones y personalidades conservadoras: Acción Popular, formación mayoritaria liderada desde hacía pocas fechas por José María Gil-Robles, cuyo órgano de expresión era El Debate; la Derecha Regional Valenciana, fundada a finales de 1931 y encabezada por Luis Lucía, promotor de esta unión de diversas fuerzas conservadoras; algunos monárquicos e incluso algunos democristianos progresistas, que tuvieron en Manuel Giménez Fernández a su casi única figura. Apoyaron a la CEDA grupos como las Juventudes de Acción Popular (JAP), cercanas al fascismo, y sectores agrarios conservadores.

El principal partido integrado en la nueva organización política era Acción Popular, creado por Ángel Herrera Oria con el nombre de Acción Nacional a finales de abril de 1931 (pocos días después de la proclamación de la II República) y que cambió su denominación un año más tarde.

La CEDA surgió como alternativa a los primeros gobiernos republicanos y se erigió en portavoz de los que no se sentían representados por la II República. Aglutinó a fuerzas que defendían el Estado confesional y una visión antisocialista de la acción política, y se convirtió en instrumento de los grandes propietarios agrarios e industriales. Sus principios fundacionales se basaron en los ya adoptados por Acción Popular: la indefinición ante las formas de gobierno, que le llevaron a no pronunciarse ni a favor del régimen republicano ni del monárquico, así como la defensa de la familia, de la religión católica y del orden, protector de la propiedad y del trabajo.[1]

Participación en el gobierno (Historia)

Su discurso interclasista y agrarista resultó eficaz para captar la confianza de los pequeños campesinos que, agrupados en la Confederación Nacional Católico Agraria, incidieron en su evolución. Las elecciones municipales de abril de 1933 mostraron un fuerte avance de la CEDA, lo que hizo previsible un triunfo electoral en las generales del mismo año (noviembre), en las cuales fue la fuerza que obtuvo el mayor número de diputados (110), pero sin lograr obtener la mayoría absoluta. Niceto Alcalá Zamora, presidente de la República, encargó el 12 de noviembre siguiente la formación de gobierno a Alejandro Lerroux, principal figura del Partido Radical. Apoyado por la CEDA, ese partido gobernó en solitario (con gabinetes presididos por Lerroux, Diego Martínez Barrio y Ricardo Samper) hasta que, el 4 de octubre de 1934, se constituyó un gobierno radical-cedista presidido por Lerroux que otorgó al partido derechista el desempeño de tres cargos ministeriales. Este hecho disparó la anunciada animadversión de las fuerzas políticas de izquierda (encabezadas principalmente por el Partido Socialista Obrero Español) y desencadenó la Revolución de Octubre de 1934.

La participación de la CEDA en los dos gobiernos republicanos presididos, desde octubre de 1934 hasta diciembre de 1935, respectivamente por Lerroux y Joaquín Chapaprieta, consistió en frenar el reformismo de los primeros años de la República (gabinetes encabezados por Alcalá Zamora y por Manuel Azaña). Para ello se opuso a la laicidad del Estado, legisló la devolución de las tierras expropiadas por la reforma agraria emprendida en los gobiernos azañistas y concedió la amnistía a los participantes en la insurrección antirrepublicana llevada a cabo en 1932 por el general José Sanjurjo. En mayo de 1935 alcanzó a tener cinco ministros en el gobierno, con Gil-Robles en el Ministerio de la Guerra, desde donde nombró al general Francisco Franco jefe del Estado Mayor.[2]

En el Período 1933-1935

El resultado de la nueva consulta electoral fue un cambio radical del equilibrio de fuerzas políticas. No en vano, la victoria correspondió a la CEDA, convertida en la nueva minoría mayoritaria (115 diputados), seguida a estrecha distancia del Partido Radical de Lerroux, transformado ya en un partido republicano conservador y derechista (104 diputados). Entre ambas fuerzas conservadoras tenían una mayoría absoluta en la Cámara, puesto que el PSOE había rebajado a la mitad su representación (58 diputados), en tanto los partidos republicanos se habían hundido (5 para Acción Republicana y 5 para los radical-socialistas).

Aparte del innegable éxito de la movilización católica y derechista en esta ocasión electoral, la derrota de la antigua coalición republicano-socialista se debía a la combinación de otros tres factores: en primer lugar, su propia desunión, puesto que republicanos y socialistas habían acudido a las urnas por separado, lo que era una decisión suicida, habida cuenta de que el sistema electoral favorecía a la mayoría; en segundo término, el efecto de la llamada a la abstención de los anarquistas, que había tenido un eco masivo en algunos sectores obreros y populares tanto urbanos como rurales; y, en tercer lugar, debido al nuevo voto femenino, que se inclinó mayormente hacia las candidaturas de la CEDA y los partidos conservadores como el Partido Radical.

Como resultado de las elecciones, dado que la CEDA no podía formar gobierno en solitario y todavía no había prestado juramento de lealtad a la Constitución, se formó un gobierno minoritario del Partido Radical presidido por Lerroux, que gozaba de la benevolencia tácita de la CEDA y podía contar con su apoyo parlamentario en temas concretos. Esta situación significaba una grave hipoteca para los radicales, puesto que la CEDA prestaba o retiraba su apoyo parlamentario en función del carácter más o menos moderado o reaccionario de las propuestas gubernamentales. En esas circunstancias, a lo largo del primer año de gobierno radical con apoyo cedista se fueron demoliendo, poco a poco y gradualmente, gran parte de las reformas sociales aprobadas con anterioridad: se congeló en la práctica la reforma agraria por problemas presupuestarios; se modificó o se dejó en suspenso la legislación laboral en favor de los patronos; se concedió la amnistía al general Sanjurjo y a todos los implicados en el golpe de agosto de 1932, aunque no a los prisioneros anarquistas; se limitaron los traspasos de competencias al gobierno autónomo catalán, etcétera. Y todo ello a la par que el deterioro económico agudizaba el malestar de las clases obreras y radicalizaba las bases del movimiento sindical socialista, de nuevo dirigido por un frustrado Largo Caballero.

El momento culminante en este proceso de «rectificación» de la República llegó a principios de octubre de 1934. Fue entonces cuando Gil-Robles condicionó la renovación de su apoyo al gobierno a la entrada de la CEDA en el gabinete. Dado que la CEDA todavía no había prestado acatamiento a la Constitución y temerosos de que una vez en el poder pudiera actuar como el canciller Dollfuss en Austria, los socialistas anunciaron que, si esa entrada tenía lugar, responderían con una huelga general de protesta. Sin embargo, Lerroux aceptó la demanda de Gil-Robles, el presidente Alcalá-Zamora asumió la decisión y, como resultado, a principios de octubre de 1934 se formó un nuevo gobierno de coalición entre radicales y cedistas (con tres carteras: Justicia, Trabajo y Agricultura).

Como habían anunciado, tras hacerse oficial el nuevo gobierno, el PSOE y la UGT decretaron la huelga general en toda España el 5 de octubre, acción que fue secundada un día después en Cataluña por el gobierno autónomo de Companys, mediante la proclamación unilateral del «Estado catalán de la República Federal Española». Sin embargo, tanto la huelga socialista como la iniciativa catalanista fueron aplastadas por la imposición del estado de guerra y la pronta movilización del ejército, que estuvo dirigido por el general Francisco Franco, uno de los militares de mayor prestigio profesional de la época. Ese aplastamiento fue muy rápido en toda España, excepto en Asturias, donde la huelga devino en una insurrección armada de las milicias mineras ugetistas, anarquistas y comunistas y sobrevivió durante una quincena de violentos combates.

La grave crisis de octubre de 1934 —y sobre todo el episodio asturiano— fue un verdadero hito divisorio en el devenir de la República. Amplios sectores sociales conservadores y republicanos quedarían verdaderamente alarmados por la violencia de aquella experiencia revolucionaria y abrigarían serias dudas sobre la lealtad democrática y constitucional del movimiento socialista y del catalanismo de izquierda. Por su parte, a la vista de las medidas de fuerza empleadas para acabar con la huelga e insurrección y con anteriores manifestaciones de protesta (la huelga campesina y jornalera de junio de 1934), extensos segmentos sociales obreros urbanos y rurales confirmarían su desconfianza hacia las vías políticas parlamentarias y nutrirían las filas de las bases militantes que forzaban la radicalización de los sindicatos.

En todo caso, el fracaso del movimiento socialista y del catalanismo fue seguido de una dura represión y de una profundización del programa reaccionario de la coalición radical-socialista en el poder: aparte de los casi 30.000 detenidos, fueron destituidos de sus funciones todos los ayuntamientos presididos por socialistas; asimismo, fue suspendida la autonomía catalana y encarcelado su gobierno. Poco después, el nuevo gabinete paritario radical-cedista (con Gil-Robles como ministro de Guerra) aprobaba una Ley para la Reforma de la Reforma Agraria, que suponía su desmantelamiento definitivo. Sin embargo, el triunfo radical-cedista no estuvo exento de tensiones internas en los meses posteriores al aplastamiento. La razón estribaba en un grave problema político de fondo: radicales y cedistas discrepaban acerca del alcance último de las contrarreformas en curso y, sobre todo, disentían sobre el mantenimiento del propio régimen democrático y de la Constitución de 1931. En esencia, mientras que Lerroux y Alcalá-Zamora entendían que las medidas de emergencia eran transitorias y habrían de ser derogadas a corto plazo, Gil-Robles las estimaba como una medida permanente hasta la reforma constitucional en un sentido más autoritario y corporativo.

La represión desatada contra las izquierdas en general (Azaña fue inculpado injustamente por la insurrección) y la amenaza que suponía la CEDA en el poder potenciaron un nuevo movimiento hacia la unidad entre las masas republicanas y socialistas. Recuperada su libertad al demostrarse su inocencia, a mediados de 1935 Azaña emprendió una campaña para restablecer la coalición reformista y que republicanos y socialistas concurriesen unidos a las próximas elecciones. La propuesta azañista originó una dura división en el socialismo, que fracturó el movimiento. La corriente moderada, bajo la dirección de Prieto, era partidaria de aceptar esa coalición y volver al poder por vía electoral para aplicar las reformas de tinte socialdemócrata interrumpidas en 1933. Sus tesis tropezaban con la corriente radical liderada por Largo Caballero, que rechazaba la repetición de la colaboración gubernamental, propugnaba la «bolchevización» del socialismo y apostaba por una estrategia de presión obrera autónoma desde la calle para imponer las reformas y disputar a la CNT su liderazgo reivindicativo. Por imposición de esta facción largocaballerista, la nueva conjunción republicano-socialista hubo de ser ampliada hacia la izquierda, dando cabida al pequeño PCE y atrayendo el voto anarquista con la promesa de amnistía para los detenidos por lo ocurrido en octubre de 1934. De este modo, a principios de 1936, las izquierdas habían restablecido su unidad de cara a una nueva consulta electoral y habían constituido el llamado Frente Popular.

Ese reagrupamiento de la izquierda en el Frente Popular tuvo lugar a la par que se desmoronaba la mayoría gubernamental radical-cedista en el otoño de 1935, víctima de sus propias divisiones latentes y de un escándalo de corrupción, que acabó con Lerroux y con el viejo Partido Radical. En esas circunstancias, ante el carácter insoluble de la crisis ministerial y dado su temor a entregar el poder a la CEDA en solitario, Alcalá-Zamora optó por convocar nuevas elecciones generales para el 16 de febrero de 1936.

La consulta electoral de febrero de 1936 fue básicamente bipolar y de marcado antagonismo. No en vano, las candidaturas unitarias del Frente Popular compitieron con otras también unitarias articuladas por la CEDA en el llamado Frente de la Contrarrevolución, del que solo quedó excluido el Partido Nacionalista Vasco (PNV), gracias a la promesa del Frente Popular de otorgar al País Vasco un estatuto de autonomía en caso de victoria.

Autor: Enrique Mora/diellos

Disolución de la CEDA (Historia)

El gabinete presidido desde diciembre de 1935 por Manuel Portela Valladares dejó de contar con los miembros de la CEDA para el desempeño de las carteras ministeriales. En las elecciones generales de febrero de 1936, ganadas por el Frente Popular, perdió diputados (tan sólo obtuvo 88) y un sector de sus juventudes se afilió a Falange Española.

El estallido en julio de 1936 de la Guerra Civil provocó la práctica desaparición de la CEDA. La mayoría de sus miembros apoyaron a los sublevados antirrepublicanos. La disolución de la CEDA en el territorio rebelde fue definitiva a partir del 19 de abril de 1937, cuando Franco creó el partido único llamado Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista (FET y de las JONS). Gil-Robles, que se encontraba en el extranjero desde poco antes del estallido del conflicto, recomendó a sus seguidores la colaboración con el régimen franquista insurrecto. [3]

Consideraciones Jurídicas y/o Políticas

Recursos

Notas y Referencias

  1. Información sobre confederación española de derechas autónomas (ceda) creación de la ceda de la Enciclopedia Encarta
  2. Información sobre confederación española de derechas autónomas (ceda) participación en el gobierno de la Enciclopedia Encarta
  3. Información sobre confederación española de derechas autónomas (ceda) disolución de la ceda de la Enciclopedia Encarta

Véase También

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