Unión de Aragón

Unión de Aragón en España en España

Aquí se ofrecen, respecto al derecho español, referencias cruzadas, comentarios y análisis sobre Unión de Aragón. [aioseo_breadcrumbs][rtbs name=»derecho-home»]

Liga de los nobles y de las ciudades y villas aragonesas, surgida en 1283 a 84, que se erigió de hecho en una alternativa de gobierno oligárquico frente, o al lado, del poder real.

Su organización se basó en una asamblea formada por todos los ricos hombres, niñera, caballeros y infanzones, más dos representantes por cada ciudad y villa de Aragón y de Ribagorza, la cual, según las ordenanzas de la Unión, debía reunir cada año en mayo, y en unos conservadores nombrados por la asamblea (dos por cada distrito: un rico hombre y un niñero). Los distritos previstos eran ocho, y englobaban también el País Valenciano: las tierras de Valencia; Ribagorza y ​​Sobrarbe; las tierras de Huesca; la sobrejunteria de Jaca; Terol y Daroca y sus respectivas aldeas; la sobrejunteria de Zaragoza; Belchite y Tortosa; y la sobrejunteria de Tarazona.

La misión de los conservadores era la de pacificar las luchas entre particulares, administrar justicia al fuero de Aragón o Código de Huesca (con atribuciones más amplias que los «sobrejunters» reales, por cuanto tenían jurisdicción también sobre las tierras de los nobles), convocar las fuerzas armadas para perseguir a los malhechores y recibir la jura de los miembros de la Unión, los cuales debían contribuir con una cuota fija, según su estamento, el fondo común de la liga y no podían salir adelante, bajo pena de perder sus bienes en beneficio de este común; los vasallos de los que se salieran debían abandonar a su señor, y la Unión se comprometía a ayudarles.

La Unión encarnó también la defensa de los intereses nacionales de Aragón en sus relaciones con Cataluña. En este campo las reivindicaciones principales fueron: intervención en la dirección de la política conjunta, expansión aragonesa en Valencia y modificación de las fronteras entre Aragón y Cataluña, con la inclusión de la Ribagorza dentro Aragón. El resentimiento que los nobles aragoneses se incubaba desde la conquista del Reino de Valencia por Jaime I (que no se la había repartido por caballerías y, además, la había hecho reino independiente, con fueros propios), se reavivó con la conquista de Sicilia, una empresa mediterránea que no interesaba a Aragón, que Pedro el Grande había decidido sin consultar a los prohombres y que ponía en peligro las fronteras del reino y la enemistad con el papado.

En 1283, cuando estos peligros empezaron a mostrarse amenazadores, los prohombres reunidos en la asamblea de Tarazona exigieron que el rey les confirmara sus fueros y libertades, y, habiéndose negado este, se coaligan en una unión, a la que se añadieron después varias ciudades y villas. Ante su amenaza de considerarse desligados de la obediencia a la dinastía y de elegir otro rey (que habría sido Carlos de Valois, a quien el Papa había dado los reinos de Pedro el Grande, excomulgado), Pedro el Grande tuvo que ceder ante la corte de Zaragoza del mismo año 1283 y otorgar el privilegio general de Aragón, que él y el infante Alfonso confirmaron el 1284.

En 1285 tuvo que ceder también en el nombramiento de un justicia de Valencia y en otro de Ribagorza y ​​en la extensión del fuero aragonés en estos territorios; sólo entonces accedieron a colaborar en la defensa del reino contra los cruzados franceses. Su hijo y sucesor, Alfonso II el Franco, que heredó una situación internacional amenazante, tuvo que claudicar también ante los unionistas y conceder, en 1288, el privilegio de la Unión, que limitaba gravemente la autoridad real e imponía al monarca un consejo, al que debería consultar todos los asuntos relativos a Aragón, Valencia y Ribagorza.

Su hermano y sucesor, Jaume II, llevó a cabo una política prudente y conciliadora con la ayuda del justicia Ximena Peres de Salanova; cedió en la cuestión de Ribagorza, Sobrarbe y la Litera, que fueron incorporados en Aragón (1300), pero condenó la Unión en la corte del 1301, y rompió entonces con los prohombres más revoltosos, que se fueron a Castilla, donde se pusieron al servicio de su enemigo Fernando IV e hicieron imposible la conclusión de la paz que se estaba negociando con Castilla y que reconocía la incorporación de Murcia a la corona catalano-aragonesa.

Ni Jaume II ni su hijo Alfonso el Benigno confirmaron el privilegio de la Unión, pero el problema rebrotó en tiempos de Pedro III el Ceremonioso, con motivo de la cuestión sucesoria planteada por el rey al nombrar a su hija Constanza heredera del trono (1347). Alrededor del hermano del rey, Jaume de Urgell, y, muerto este en 1347, alrededor de su hermanastro, el infante Fernando, se agrupó la nobleza aragonesa (celosa del predominio de los nobles catalanes y roselloneses en el consejo real) y numerosas ciudades y villas aragonesas, y se reconstituyó así la Unión.

En la corte de Zaragoza del 1347, donde el rey permaneció prácticamente prisionero de los unionistas, estos le obligaron a confirmar los privilegios de la Unión y a conceder otros nuevos. La Unión, por medio de su asamblea o corte y de los conservadores que esta nombró, ejerció de hecho el poder en Aragón, aunque Teruel no se adhirió nunca y Daroca, Calatayud, Magallón y Borja se mostraron también a favor de los reyes. Poco a poco, sin embargo, el rey consiguió llevar a cabo la «guerra de la Unión» y derrotaron su fuerzas a los unionistas en Épila (1348). Después de esta victoria, el rey entró en Zaragoza, donde ejecutó a trece de los principales responsables. En la corte que celebró a continuación revocó los privilegios unionistas y, desahogándose en el rencor acumulado esos dos años, los rompió y los quemó, y destruyó personalmente a mazazos el sello de la Unión (figuraba el rey en el trono y el pueblo abajo con las manos arriba suplicando justicia).

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